Durante nuestra preparación para el matrimonio, el sacerdote que nos acompañaba nos hizo caer en cuenta de un detalle muy importante del rito: el compromiso principal de los cónyuges no es el amor, sino la fidelidad. Esta se vive en todo momento y circunstancia, y también se expresa en el amor y el respeto que tenemos el uno por el otro: “Yo, N., te recibo a ti, N., como esposo (o esposa) y me entrego a ti, y prometo serte fiel…”.
Esta palabra, “fiel”, aunque pequeña, tiene grandes implicancias respecto de cómo debemos vivir nuestro matrimonio, porque la fidelidad no se limita solo a “no sacar los pies del plato”, sino que para ella resulta fundamental reconocer y valorar todas las dimensiones de la persona a quien voluntariamente le he dado mi vida. Mi cónyuge es de quien yo mejor debo pensar, a quien voy a entregar mi más alto respeto, trato y admiración, y de cuya dignidad tengo que ser el más leal guardián. Es reconocer la inefable bendición que es el otro en mi vida y no escatimar esfuerzos para entregarme cada día más.
Esto se pone en práctica de muchas formas; principalmente manteniendo una relación con el Amor mismo (nadie da lo que no tiene), pero también en las formas y detalles del día a día. Aquí les dejamos 4 que nos parecen importantísimas.
#1 Evitar los calificativos
Cuando hablamos, el amor tiene que ser nuestra lengua materna. No podemos permitir que palabras hirientes se introduzcan, ni siquiera en broma, en nuestro trato cotidiano. Edifiquemos al otro con cada palabra que salga de nuestra boca.
#2 Referirnos con amor sobre el otro
Ser guardián de la dignidad de mi cónyuge es no permitir que otros escuchen de mí palabras cargadas con odio, resentimiento o sarcasmo. No permitamos con nuestras palabras que otros puedan expresarse mal de nuestra pareja. ¡Recuerda que son uno!
#3 No ventilar los problemas
Los problemas se resuelven al interior de la familia, y no se cuelgan para que todo el mundo los vea. Si se necesita una opinión externa, siempre debería ser alguien prudente y con experiencia, y con miras a resolver la situación, no a generar bandos.
#4 Evitar bromear sobre “divorcios”
Esto es algo que literalmente tenemos prohibido en nuestra familia. Es común escuchar bromas acerca de que el divorcio es sinónimo de “liberación” y “paz”, y nos parece que ello le quita seriedad a una de las situaciones más dolorosas que puede atravesar una familia. Al entregarnos, no hemos renunciado a ser libres o felices: ¡todo lo contrario!, hemos encontrado el camino para serlo plenamente.
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Hay muchas otras formas de honrar a nuestro cónyuge, y haciéndolo, estaremos construyendo un matrimonio fiel, feliz y fecundo para la mayor gloria de Dios.
¡Nos vemos en el siguiente artículo!
Pía y Jorge
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