Cuando nos comprometimos para casarnos, faltaban 8 meses para el día de la boda. Teníamos el tiempo justo y por eso priorizamos lo que nos parecía más importante para estar preparados para el gran día… y los días siguientes, hasta que la muerte nos separe. Siempre supimos de la necesidad de estar en constante formación sobre el estado de vida en el que te encuentres. Tu vocación particular es lo más valioso de toda tu vida, ha sido el llamado directo de Dios para ti, para que seas feliz, para que seas santo.
Es vital buscar los medios para prepararte mejor. Si bien lo pueden empezar desde solteros o enamorados cuando aún tienen más tiempo, la etapa del compromiso es un tiempo especial para “cerrar” los temas “difíciles”. Prioricen, agenden, busquen con sus contactos o en parroquias, compartan con otros matrimonios, etc. Proyéctense juntos. Nunca va ser suficiente formación en este hermoso camino del matrimonio. Si lo aprovechan bien, ese tiempo de formación en pareja será un regalo para ustedes dos, donde van a poder compartir experiencias para conformar una familia sólida y enamorarse aún más el uno del otro.
#1 Sanar heridas personales.
Este proceso empezó antes de ser novios pero dio sus frutos en ese tiempo. Descubrimos con acompañamiento psicológico mucho de nosotros mismos y que algunos temas del pasado afectaban directamente nuestro comportamiento y dañaban la relación. Con mucha transparencia y esfuerzo empezamos el trabajo de cambiar primero cada uno como persona para que luego pueda haber un mejor nosotros.
#2 Formación en “la teoría”
El matrimonio es un sacramento (natural y cristiano) y esas dos realidades implican una filosofía detrás; entender lo mejor que podamos esto (a través de libros, charlas, encíclicas o cursos) nos preparará para comprender mejor la experiencia. No hace falta ser teólogo para casarse pero ayuda mucho entender que el autor del matrimonio es Dios y cuál es la fórmula infalible diseñada por Él para vivirlo. ¡No dejen de estudiarlo!
#3 Formación en “la práctica”
Uno puede ser experto en matrimonio, pero también tienes que ser experto en la persona con la que contraes matrimonio. No siempre es útil sacar el catecismo en plena discusión, por eso es indispensable “aprender a pelear”; los lenguajes del amor, del perdón, la comunicación suave y demás “habilidades blandas” en las que deben entrenarse durante el noviazgo. Todos estos cursos los llevamos con el psicólogo católico que nos acompañó en nuestro proceso de sanación, los libros los leímos juntos para dialogar de lo que íbamos aprendiendo.
#4 Conocer testimonios
Cada matrimonio y familia es diferente y muestra una faceta de la profundidad del sacramento. Durante nuestro noviazgo perseveramos en un grupo con otras parejas de nuestra edad con las que podíamos compartir inquietudes y anhelos pero también visitamos a matrimonios mayores que consideramos ejemplares para nuestra vida y que con sus historias nos demostraron que es posible ser fiel aunque pasen los años.
#5 Abrir un blog
No necesariamente tienen que hacer esto, pero a nosotros nos sirvió para recopilar todos nuestros aprendizajes y sobre todo para aprender a trabajar juntos en un proyecto; organización, fechas, repartir tareas, etc. El matrimonio exige ser un equipo para todo, desde lo más simple o superficial como pagar cuentas, ordenar la casa hasta lo más profundo y trascendental como criar hijos. Cualquier proyecto en común es bueno para conocer cómo “trabaja” el otro y cómo eso se proyectará en nuestra vida matrimonial.
Durante el matrimonio, debemos buscar “actualizaciones en nuestro rubro”. Podrías incluso repetir cursos, charlas sobre relación de pareja o matrimonio (hay tantísimo de qué hablar) y te aseguro que sacarás una enseñanza nueva, recordarás muchas cosas y podrás volver a ponerlo en práctica en tu ahora matrimonio.
El matrimonio es una vocación hermosa y también exigente lo cual es maravilloso porque justo en el vivir esa exigencia de la mejor manera: con alegría y paciencia, con entrega y sacrificio, es cuando podrás alcanzar la santidad en tu matrimonio.
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