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Foto del escritorMaryel Medina

7 claves cristianas para dejar de lado el “qué dirán”



En este artículo quiero ponerle palabras a eso que muchos experimentamos con la importancia que le damos a la opinión de los demás, con el famoso “qué dirán”. En un momento determinado de mi adolescencia, me di cuenta de que mis decisiones habían estado, en cierta medida, atadas a lo que la gente pensara de mí. El “qué dirán” es una carga muy pesada, con la que nadie debería cargar. Qué batalla más dolorosa la que enfrentamos cuando nos importa lo que piensen de nosotros: “Qué dirán de mi relación, de mis hijos, de mi matrimonio, de mi economía, de mi vida social, de mi físico, de mi ropa, de mi casa, de mi trabajo, de mis papás, de mis hermanos, de mi relación con Dios, de mi comunidad, de mis viajes, de mis estudios, de mis redes sociales, de mis amigos, de mi vida…”. ¡Qué agotador!


Un día conocí a una chica a la que mucha gente criticaba por diferentes motivos. Pero yo la veía feliz. Y no lo entendía, porque en esa época yo cargaba con la opinión de los demás. Entonces, en alguna conversación que tuve con ella, le pregunté si no le afectaban las críticas que le hacían. Me miró con mucha ternura y me dijo: “Maryel, en el mundo existen millones de personas…, ¡imagínate si yo buscara agradar a todas! No podría lograrlo, porque son demasiadas; entonces, me frustraría y no podría ser feliz”.


Me quedé helada, no esperaba esa respuesta. Esas palabras tan simples, pero tan poderosas, me marcaron hasta el día de hoy. En esa época yo permitía que las críticas de otras personas entraran en mi corazón y me hirieran. Pero otras veces —y esto es incluso peor— permití que mi imaginación me dijera lo que otras personas “seguramente” pensaban de mí, y esto me angustiaba. Sin embargo, cuando conocí a Dios, hubo 7 cosas que me ayudaron a cortar con esta situación en mi vida. Y hoy te las quiero compartir.

#1 Sentirse aceptado y amado por Dios


Me sentí amada, y profundamente aceptada, así como soy, por dentro y por fuera. Sin más ni menos, con las virtudes y defectos que tengo. Con mi historia, mis errores y aciertos.


#2 Encontrar un refugio para el corazón


Luego de escuchar este texto: “Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme bajo la sombra de tus alas” (Salmos 17,8), se me ocurrió pedirle en oración a Dios que pusiera mi corazón bajo sus alas, para que las palabras de otras personas no entren en él y me dañen, sino que caigan sobre sus alas. No puedo explicarlo, pero después de ese momento, la angustia al escuchar las críticas de los demás fue desapareciendo poco a poco.


#3 Fortalecer la autoestima


Entendí que debía trabajar en mi autoestima, en estar segura de mis decisiones y ser fiel a ellas. En aceptar mi pasado, amar mi presente y confiar en mi futuro.

#4 Escuchar a quien aconseja con criterio cristiano


Descubrí que lo que para muchas personas significa “éxito” o “belleza” no necesariamente lo es para mí; por lo tanto, sus criterios para emitir un juicio no siempre son válidos en mi vida. Por eso, aprendí a escuchar a personas que me aconsejaran con criterios cristianos, con la verdad de Cristo, que será válida en todas las generaciones.


#5 Mirarse a uno mismo desde los ojos de Dios


Entendí que debía mirarme desde los ojos de Dios, quien me contempla como un Padre orgulloso, y confía plenamente en el potencial que tengo y en los dones que Él me ha dado, porque Dios nos ha llamado “a ser cabeza y no cola” (Deut 28,13).


#6 Agradar ante todo a Dios


Me di cuenta de que la única persona a la que debo agradar es a Dios. Es la única forma de asegurarme de que estoy haciendo bien las cosas, de que voy por buen camino. Además, como nadie me conoce mejor que Él: es el único que sabe verdaderamente mis intenciones cuando hago algo. Por lo tanto, siempre me corregirá y me alentará con la verdad.


#7 Rezar por quien critica


Descubrí que las personas que no son felices siempre van a buscar criticar negativamente la vida de los demás, y que lo que debo hacer por ellas es rezar para que pronto puedan experimentar paz en esa alma inquieta.

* * *


No se trata de decir “yo hago lo que se me da la gana, sin escuchar a los demás”, porque vivimos en sociedad y convivimos con otras personas en nuestro día a día —¡debemos mantener la armonía con ellas!—. Se trata de que el “qué dirán” no se convierta en una guía para vivir tu vida, y mucho menos, te ocasione heridas, miedos e inseguridades. Hay que aceptar las críticas con humildad, pero poniendo límites, reflexionar sobre ellas y sobre de quién las recibimos, rescatar lo que nos puede ayudar, y desechar lo demás.


¡Sean libres! Es un proceso en el cual hasta el día de hoy, en algunos momentos, tengo que esforzarme en trabajar. Pero vale la pena.




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