La modestia y la castidad tienen dos cosas en común. La primera es que ambas son virtudes que van de la mano, no pueden separarse. La segunda es que son virtudes tergiversadas.
Cuando alguien escucha sobre castidad, lo primero que se le viene a la mente es no tener relaciones sexuales; y como hemos hablado en artículos pasados, la castidad va más allá de eso, y encerrarla a simplemente un solo acto es dejarla a medias.
Igualmente pasa con la modestia. Para quienes ya han escuchado esta palabra, suelen relacionarla solamente con la forma de vestir: ¿debo usar falda o pantalón? Limitarla o explicarla solo —léase bien sólo— desde la vestimenta como si fuera una serie de reglas a cumplir es dejarla a medias.
Realmente la modestia se presenta en 5 formas distintas, estas son:
El movimiento del alma hacia la excelencia moderado por la humildad.
El deseo natural de conocer y aprender regulado por la estudiosidad.
La modestia en lo relacionado al juego y diversiones (apuestas, juegos de azar, etc.).
La modestia en lo movimientos y acciones corporales.
Por último, la modestia en lo relacionado al vestir.
En este artículo nos centraremos en los 2 ultimas formas, que son las que principalmente generan dudas a la hora de vivir la castidad.
#1 La modestia es una virtud humana
Entendemos por virtudes humanas la repetición de actos buenos (hábitos) que nos perfeccionan como personas y nos mueven a hacer el bien. La modestia parte precisamente de ahí, de actos buenos que hacemos movidos por la recta razón.
Cuando hablamos de modestia, no hablamos de cumplir una serie de normas solo “porque sí”, hablamos de actuar conforme a lo que manda la razón buscando siempre el bienestar propio y del otro. Cumplir ciertas normas pueden ayudarnos a vivir la modestia solamente si realmente entendemos la razón de estas.
#2 Una virtud es el justo medio, no un extremo
Como toda virtud, la modestia es el justo medio entre dos extremos o vicios opuestos, uno por exceso y otro por defecto.
Por ejemplo, en lo referente a la vestimenta, no es modesto vestir por vanagloria o usar ropa que tenga como fin generar en otros deseos sexuales, como tampoco es modesto vestir de cierto modo desaliñado por jactancia y mostrarse a los demás con signos de virtud o perfección. De igual modo, en relación a la modestia corporal, es inmodesto actuar y expresarse de forma ordinaria (usar palabras groseras, ser muy brusco al actuar, hacer burlas a los demás, etc.); como también lo es ser excesivamente rígidos.
Estos son solo algunas formas en las que nos alejamos del justo medio, pero realmente hay muchas más: vestir de forma contraria a las costumbres culturales del lugar, no vestir de acuerdo a la ocasión, vestir y actuar con sensualidad.
#3 Tu exterior refleja tu interior
La modestia se ocupa tanto de las acciones exteriores —la vestimenta, el hablar y las acciones corporales— como de las interiores de la persona humana, pues los movimientos exteriores del cuerpo son signos de lo que brota del corazón. Quien actúa modestamente lo hace porque de su alma brota el deseo de hacer el bien, sin embargo, hay que saber reconocer lo que realmente te hace bien a ti y a los demás.
Las intenciones pueden llegar a ser:
a. Honestas: cuando con el vestir se busca un fin honesto (ej.: agradar al cónyuge, resaltar la feminidad o masculinidad, etc.)
b. Frívolas: cuando se actúa por vanidad o jactancia. Se considera únicamente el interés propio y se ignora las consecuencias que puede tener en los demás.
c. Pecaminosas: cuando lo que se intenta es seducir al prójimo, excitar en él las pasiones.
#4 El propósito de la modestia al vestir
Para Santo Tomas de Aquino, la modestia ordena nuestras acciones de acuerdo a un doble propósito: según la conveniencia de la persona, y según la conveniencia de las personas externas y los lugares.
Por eso la modestia inspira la elección de la vestimenta conforme a lo que le es conveniente a la persona, tomando en cuenta el contexto: ¿es una cena? ¿un evento importante? ¿una salida al cine? ¿una visita a la casa de los padres de mi pareja?; el lugar: ¿voy a una oficina? ¿a un templo? ¿a la playa o piscina?; y las personas externas: ¿Quiénes estarán en ese lugar? ¿Estaremos solo yo y mi pareja? ¿Conviene que use shorts si me verán tantas personas?
Digamos que en nuestra sociedad hay ciertos “códigos” o cultura en relación a la vestimenta. No irías a la playa en traje de gala, como tampoco irías a misa con pantalones cortos o traje de baño. Te dejamos los 4 propósitos del vestir que te ayudaran a elegir correctamente que usar:
a. Física: para defendernos del frío.
b. Moral: para cubrir nuestra desnudez.
c. Social: para conservar la dignidad y decencia del propio estado llevando los vestidos apropiados.
d. Estética: para acrecentar la belleza corporal.
La modestia de ningún modo puede tratarse de “afearse”, sino más bien de exaltar la belleza con dignidad y decoro. Quien se exprese de la modestia como fealdad o descuido de la imagen personal, está hablando de algo totalmente contrario a la virtud.
#5 El cuerpo tiene un lenguaje
El cuerpo tiene un lenguaje, y según nuestros movimientos o formas de vestir comunicamos un mensaje. La virtud de la modestia significa comunicar el mensaje adecuado a través del lenguaje de nuestro cuerpo de acuerdo a cada situación particular, respetando en todo momento la dignidad de la persona. Lo que usamos refleja algo a los demás sobre quiénes somos y qué estamos haciendo.
#6 No es solo para mujeres
Así como se suele pensar que la castidad solo lo viven noviazgos o religiosos, igual se piensa que la modestia solo es algo para las chicas. Aunque no hay dudas de que cuando una mujer vive la virtud de la modestia resalta su verdadera feminidad, la realidad es que es una virtud que tanto la mujer como el hombre están invitados a vivir. La razón es que ambos tienen cuerpo y como personas humanas merecen igual dignidad.
No se viste el cuerpo porque haya rechazo, sino porque encuentro en él un valor que quiero proteger, cuidar y saber expresar.
#7 Educar la mirada
Dicho lo anterior, se suele pensar que la modestia es solo para las chicas ya que el hombre por su naturaleza suele dejarse llevar mucho por lo que ve.
Dios ha creado al varón con un área sexual en el cerebro 2.5 veces mayor al de las mujeres, y esa área se excita, sobre todo, por la vista. Lo ha querido así para que haya un complemento mutuo en la atracción. A los varones les gusta mirar y a las mujeres les gusta ser miradas. Esto no quiere decir que los hombres deban mirar con deseo a cuanta mujer pasa por el frente, precisamente de eso se trata de educar la mirada.
Esta naturaleza de los varones al mirar, en muchas ocasiones, es más por reflejo que por decisión. Por eso, es el hombre a través de su voluntad, quien decide si seguir mirando o no, ya que no está sometido a instintos como un animal. Se trata de educar la mirada poniéndose “los lentes” de la castidad: el amor y la dignidad hacia el otro y hacia uno mismo.
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Por alguna consulta del tema, puedes buscarnos en Instagram: @sexualidadycastidad
Fuentes:
P. Antonio Royo Marín O.P. Teología Moral para Seglares.
Santo Tomas de Aquino. Suma Teológica.
Alberto Baselga y Trini Puente. Sexo para inconformistas.
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