Todos tenemos heridas por sanar, por alguna extraña razón esta vida no es perfecta (y creo que nunca lo será) y en ese sentido, todos en algún momento hemos sido víctimas de sentirnos rechazados, abandonados, humillados, traicionados o de haber sido tratados injustamente… y digo “sentirnos” por que las heridas, más que ocurrir (que en ocasiones y quizá la mayoría de las veces si ocurren) se tratan más de que las sintamos de esa forma.
Quizá una persona no ha querido abandonarnos o humillarnos, quizá sólo tuvo que irse por alguna razón o sólo hizo una pregunta sin intención de dañarnos, pero nosotros nos sentimos de esa manera y eso creó una herida en nosotros, en términos clínicos diríamos que ha dejado un trauma.
A veces no somos muy conscientes de ellas, a veces simplemente se manifiestan de manera inconsciente en nuestro día a día en tres esferas:
Cognitivamente: pensamientos disfuncionales (que no nos ayudan a crear la vida que queremos crear) o irracionales (que no tienen un sustento o evidencia) acerca de nosotros mismos, de los demás, de la vida o de Dios. Por ejemplo: “soy tonto”, “no sirvo”, “las personas solamente te lastiman”, “las personas sólo se aprovechan de mi”, “todos quieren hacerme daño”, “la vida no es justa”, “la vida no es segura”, “Dios no es tan bueno como dicen”, “Dios no es tan amoroso como dicen”, entre muchas otras que no necesariamente las pensamos de forma consciente.
Emocionalmente: Experimentando emociones desproporcionadas para la situación que estamos viviendo o bien emociones que se apoderan enteramente de nosotros y que nos paralizan. Por ejemplo: Se nos cae un vaso, se quiebra y rompemos en llanto, alguien nos corrige una palabra y nos enojamos y nos ponemos furiosos o bien sentimos miedo y quedamos petrificados, no podemos movernos ni reaccionar, o experimentamos enojo y no podemos movernos ni hablar por que nos envuelve totalmente.
Puede que experimentemos la otra cara de la moneda: una incapacidad de sentir emociones, un aplanamiento emocional: no sentimos ni felicidad ni tristeza, ni gozo, ni alegría sino que vivimos en una apatía total.
Conductualmente: Evitamos experiencias, personas, situaciones o lugares (no asistimos a centros comerciales, a conciertos, a fiestas de cumpleaños, no visitamos a ciertas personas, evitamos confrontaciones que son necesarias, no decimos “no”.
También podemos tener conductas “desadaptativas” es decir, que no promueven nuestro bienestar: somos sarcásticos con los demás, los lastimamos (a veces sin querer hacerlo), peleamos con otros, esto como una forma de mantenernos a salvo.
No cuidamos nuestra persona: dormimos poco tiempo, no comemos bien (comemos poco o en exceso), bebemos poca agua, no buscamos tiempo de ocio y recreación o tenemos demasiados tiempos de ocio y recreación.
Abusamos de sustancias: fumamos, consumimos drogas, bebemos en exceso, vemos pornografía, nos masturbamos, etc. Muchas de estas conductas las usamos para aliviar el dolor que sentimos.
Estos son sólo algunos de los síntomas que las heridas pueden dejar entrever en nuestra vida. Quizá has hecho un retiro, has leído un libro, o has hecho un trabajo interior y te has percatado de que tienes alguna herida de algún tipo que no ha sido sanada aún y estás en una relación… quizá te preguntes si debas seguir o terminar con ella, si debas primer sanar y luego retomarla, si debas mantenerla y sanar a la par… yo soy de la idea de que la sanación no es una meta sino un proceso que toma toda una vida… si, toda la vida.
Si esperas sanar absolutamente todas tus heridas antes de iniciar una relación jala una silla muuuuuuy cómoda pues vas a estar sentado o sentada mucho tiempo… bastante tiempo.
Pero, ¿Qué es lo que hay que hacer? Bueno, hay un antiguo dicho médico que dice: “el mejor remedio es detectar la enfermedad” es decir, primero saber y conocer cuales son mis heridas y cuales son sus síntomas, ¿Cómo se manifiestan? ¿Cuándo se detonan? ¿Qué hago cuando se detonan? y entonces conocerlas un poco mejor.
Y aquí van algunos consejos que considero muy útiles cuando descubres que, como el resto de los seres humanos (shhh… no cuentes el secreto) también tienes heridas y estás en una relación:
1. Compartirlo con tu pareja.
Si es una relación que ya es algo formal y lo consideras prudente, si ya hay confianza y sientes la comodidad de hacerlo, cuéntaselo, platícale lo que has descubierto, no tiene que ser a lujo de detalle, de hecho te recomiendo no contar cada detalle de cómo esa herida se creó pues en ocasiones narrar nuestras heridas puede llevarnos a volver a vivirlas. Puedes simplemente hablar en términos generales: “creo tener una herida de rechazo” esto es muy útil pues ayudará a tu pareja a entender muchos comportamientos que tienes. En mi caso ha sido así, María (mi esposa) y yo hemos tenido la apertura de confiarnos este tipo de cosas para saber que en ocasiones no somos nosotros los que estamos hablando o reaccionando, sino nuestra herida. No la usamos como pretexto, sino para tener mayor comprensión.
2. Explícale cuando se detonan estas heridas.
No es responsabilidad de tu pareja sanar tu herida, tampoco es su responsabilidad tratarte, como decimos en México “con pincitas” pero puedes compartirle que cosas o conductas o situaciones te detonan esa herida, quizá cuando no eres contemplado en ciertos planes, cuando le hablas y no te mira, cuando habla en cierto tono de voz, etc. y no es que tenga que absolutamente cambiar todas esas cosas, pero eres libre de compartirlo y tu pareja libre de decidir qué cosas puede modificar y qué cosas no puede o no quiere, no por egoísmo o por que desee lastimarte sino porque quizá le cueste mucho.
3. Saber que tus heridas no te definen.
El hecho de tener heridas no es algo que te define como persona, las heridas nos llevan a pensar, sentir y comportarnos de ciertas formas, pero esos no somos nosotros, esas son nuestras heridas detonadas en ciertos momentos, nosotros somo simplemente nosotros: hijos amados de Dios y eso nadie nos lo puede arrebatar.
4. Aprender a regularte cuando una herida es detonada.
Hay muchas formas de regularnos cuando nuestras heridas son detonadas. Cuando hablo de que las heridas son detonadas me refiero a que hay situaciones, personas o lugares que nos recuerdan inconscientemente el momento en el que fuimos lastimados y entonces regresamos a ese momento y vivimos en tiempos de trauma. Un buen ejemplo de esto son los veteranos de guerra quienes ven cosas espantosas, regresan a casa y a veces, ante ciertos ruidos fuertes, ciertas situaciones o personas que les recuerdan a algún enemigo, eso les detona esos recuerdos del pasado y entran en modo de defensa o de combate… es algo que no pueden controlar, en ese momento están reexperimentando lo que vivieron.
Aprender a regularnos implica aprender a estar en el presente aún con esas emociones, pensamientos y sensaciones incómodas molestas y desagradables de una forma flexible y atenta. Hay ejercicios de grounding que te invito a buscar en google, como el ejercicio de: “5, 4, 3, 2, 1”, caminar descalzos percibiendo las sensaciones, escuchar música prestando atención a un sólo instrumento, experimentar cómo se siente nuestro cuerpo, entre muchos otros, te invito a investigar más.
5. Saber cuándo es momento de un “time out”
Si notas que en una discusión alguna herida está dominando y puede que termines dañando al otro o te empiezas a sentir abrumado, quizá sea momento de pedir un time out, es decir un momento para respirar, regularte, estabilizarte y entonces regresar y hablar las cosas más en calma.
6. Iniciar un proceso de sanación integral.
El tiempo no cura las heridas, usualmente sólo empeora. Inicia un proceso de sanación integral: busca dirección espiritual con algún sacerdote que esté dispuesto, algún religioso, religiosa o consagrado o incluso un laico que tenga estudios, formación y experiencia en el tema, busca un buen terapeuta que tenga experiencia en el área del trauma pues la psicología es muy basta y no todos los psicoterapeutas trabajan absolutamente todos los problemas humanos.
7. Recordar que el amor sana.
Así como las heridas se crean en las relaciones interpersonales, también se sanan en las relaciones interpersonales. Tener a alguien que sea paciente con nosotros, que nos muestre un amor incondicional, que nos apoye sanamente, que nos motive, que nos escuche, que nos permite luchar nuestras batallas sin responsabilizarse de nosotros de forma insana va a ayudar mucho en nuestro proceso de sanación.
En conclusión no hace falta terminar una relación por tener heridas, pero al final del día eso lo vas a determinar tú, no yo. Yo sólamente vengo a dar algunos consejos de cosas que se pueden hacer aún estando en una relación, no hace falta entrar en pánico y tomar decisiones precipitadas.
Para conocer más acerca de mi contenido o por alguna consulta, puedes buscarme en Instagram: @soybernardod y @amoryresponsabilidad
Con amor, Bernardo.
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