Voy a ser honesta: pasé por muchos temas antes de elegir el que sería mi primer artículo en Ama Fuerte. Resolví que no podía escribir sobre otro tema sin antes hablar del único con el que realmente me siento diestra, y que me hace taaaan feliz: la amistad. Hace mucho tiempo tengo claro que los amigos son uno de los mejores inventos de Dios, el entrenamiento perfecto para aprender a amar. Prepara un café y lee este artículo de la misma manera en que leerías a una buena amiga.
Tengo 26 años, y desde los 13 empecé a conocer a los Amigos con “A” mayúscula: los que no están solo en momentos felices o en fiestas, sino los que me ayudan a caminar al Cielo. Hoy puedo decir que me han acompañado “la mitad de mi vida”. He crecido escuchando que quien los tiene, tiene un tesoro: me han dicho también que son la familia que se elige. He confirmado ambas cosas; sin embargo, hay una tercera que he entendido, y que nadie me dijo. Dentro de las relaciones humanas, la amistad es quizás la que de mayor libertad me habla. Te voy a explicar por qué.
No hay un “contrato” de por medio
Los amigos no celebran meses o aniversarios. Por lo general, no existe una fecha exacta donde comienza la amistad o dónde termina. Una amistad funciona solo si se da de manera orgánica. Te podrás dar cuenta de que en la amistad hay muchísima libertad. Yo, particularmente, tengo amigos con los que puedo dejar de hablar por semanas, o que puedo dejar de ver por mucho tiempo, y no siento que mi amor por ellos cambie. Puedo afirmar incluso que el corazón acorta distancias. Asimismo, la amistad debe ser la base para todo noviazgo y matrimonio, por lo que si es tu caso, aprovecha este artículo.
Un amigo te quiere como eres, pero te quiere mejor de lo que eres
¡Claro! Existen amigos de amigos. Pero aquí estoy hablando de esos que permanecen a pesar de tus luces y tus sombras. Por lo general, esos buenos amigos nos enseñan de acerca de la libertad, porque nos ayudan a crecer, nos recuerdan cuándo algo debe cambiar en nuestro interior, y nos ayudan a caminar con propósito de eternidad. Suena muy poético, pero es la verdad.
Mis amigos son verdaderos regalos del cielo porque, aún conociendo mis oscuridades, deciden quedarse y ayudarme a cambiar eso que quizás me aleja de la mejor versión de mí misma.
La seguridad de un amor está en que promueve y libera
Frente al tema de la amistad, el Padre Hernando Uribe, OCD, en su libro ¡Oh toque delicado!, dice lo siguiente: “El amigo me hace entender que él y yo no nos bastamos. Que necesitamos de los otros. Que nuestro amor sólo tendrá sentido si está abierto a los demás, si construye la comunidad que brinda a cada uno la oportunidad de ser sí mismo”. Esto me hace pensar en algo esencial: no se aprende a amar si no es en comunidad. De las cosas más hermosas que me ha enseñado la Fe es justamente eso, el hecho de que es imposible este camino si no se hace con amigos.
Un verdadero amigo te permite ser, y no te corta las alas. Te ayuda a soñar y trabajar por esos sueños. En mi vida, puedo decir que son “espantamiedos” y promotores de nuevos comienzos. Y tus amigos, ¿cómo son? ¿Cómo los llamarías?
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Para aprender a amar, podemos hacer muchísimas cosas. Pero la mejor cancha de entrenamiento, sin duda, es la amistad. La clave está en que no solo exijas buenos amigos, sino en que te esfuerces por ser el amigo que esperas tener. Me despido con una frase de mi amigo Sebas: “los amigos están para dividir problemas y multiplicar alegrías”.
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