Desde el año 1959, cuando se comercializó la primera píldora anticonceptiva en EEUU, el uso de los anticonceptivos supuso un cambio a la hora de vivir la sexualidad, ya que se aceptó socialmente como bueno vivir el sexo separado de la posibilidad de tener hijos. Únicamente la Iglesia Católica, a través de su Magisterio, se ha mantenido firme en mostrar que la anticoncepción no es buena para el matrimonio.
Leyendo la Humanae vitae, hay un capítulo titulado “Graves consecuencias de los métodos de regulación artificial de la natalidad” que me llamó mucho la atención, ya que esta encíclica fue escrita en el año 1968. ¡No había dado tiempo a ver hechas realidad esas consecuencias que describe! Y sin embargo, todas ellas se han cumplido años después: la anticoncepción sí puede tener consecuencias que no son precisamente alimento para la entrega conyugal.
La importancia de la formación
Cuando un matrimonio no tiene suficiente formación, cuando por parte de miembros de la Iglesia, sean laicos o sacerdotes, no recibe el aliento necesario para luchar por vivir una sexualidad plena, fácilmente encontrará la anticoncepción como opción viable si no desea tener hijos. Urge por ello que todo católico esté bien formado en temas de moral sexual para entender el daño que supone dejar entrar en su intimidad a los anticonceptivos.
La triste realidad que muchas veces nos encontramos es que muchos católicos, laicos o consagrados, aun sabiendo la teoría, piensan que la anticoncepción no puede ser tan dañina e incluso la impulsan. Esto supone destruir la sólida enseñanza de la Iglesia sobre la moral sexual, que tanto se preocupó de cuidar San Juan Pablo II (muestra de ello tenemos el tesoro de la Teología del Cuerpo).
¿Qué conlleva utilizar anticoncepción?
#1 Se impide la donación plena
La relación sexual es la expresión corporal de la entrega. Esta no es plena si se está guardando algo que no quiere ser dado; en este caso, la fertilidad. Verdaderamente los anticonceptivos llevan al matrimonio por un camino que aleja de la entrega verdadera e incondicional, expresada en la donación del cuerpo.
En la práctica, constituyen ataduras que impiden que seamos totalmente libres y capaces de acoger vida. ¿Acaso la relación sexual no es la muestra más palpable de que nos lo estamos entregando todo? Un matrimonio no es más libre al eliminar la fertilidad para poder tener relaciones sexuales cuando quiera. Con una relación sexual, buscamos la unión, y el placer físico que conlleva, pero si eliminamos la fertilidad, deja de ser completa, y los actos sexuales quedan desprovistos de sentido, y pueden llegar a encontrarse fríos, vacíos y egoístas.
#2 El cuerpo se convierte en objeto en vez de donación
Quizá uno de los mayores problemas de la contracepción es que “podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada” (H.V, 17).
Esta realidad se ha materializado en cientos de mujeres que confiesan haberse sentido utilizadas en la cama tras haber dado vía libre con los anticonceptivos para tener relaciones en cualquier momento, sintiendo tener que estar disponible en todo momento.
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Aunque de primeras todo esto puede parecer una exageración, la prueba es que sí es cierto que el uso de anticonceptivos no ayuda y nos hace alejarnos de la unión conyugal tan necesaria. Muchos matrimonios me han confesado que, de forma sutil, al utilizar anticonceptivos se han sentido más lejanos, no les ha ayudado a valorar su sexualidad y afectividad más allá del propio acto.
Para cualquier duda, podéis contactarme en mi cuenta de Instagram: @evacorujo_letyourselves.
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