La educación nos alienta a ser los mejores profesionales en las letras, ciencias y números; sin embargo, cuando se trata del amor, pareciera que las enseñanzas y la profesionalidad es inexistente. Para triunfar en las relaciones y formar familias sólidas, también necesitamos un buen acompañamiento. Ya sea si somos educadores, familiares, o simplemente amigos cercanos, ¿cómo acompañar en el amor a quienes se enamoran?
Hay que alentar en vez de desanimar
Primero, hay que ser conscientes de que el amor tiene el poder de hacernos mejores personas. No tenemos que ser perfectos para amar; más bien, amar sanamente nos perfecciona. Podemos recibir charlas al respecto —sería ideal—, pero el amor se aprende mejor en la práctica y con mentoría personalizada.
Cuando alguien se enamora, alentemos en vez de poner “peros”. A quien nos toque acompañar, mostremos apertura y alegría, porque hay una enorme oportunidad de crecimiento. No mostremos actitud de burla, rechazo o celos, porque, tal vez sin palabras, estaremos comunicando que enamorarse es negativo. Hagámosle saber que cuentan con un espacio seguro para compartir sus pensamientos.
Eduquemos los impulsos sexuales
Para que una relación sentimental se desarrolle sanamente, ayudará que se eduquen y entrenen en el dominio de sus impulsos sexuales. Hay que aceptarlos y moderarlos para darle un tiempo y un lugar prudentes a la intimidad. Como padre de familia, motivar a los hijos en el amor no necesariamente es darles todas las licencias. Entregarles métodos anticonceptivos o darles acceso a lugares del hogar donde están a solas con sus parejas promovería una actividad sexual prematura, antes de educar en el dominio de impulsos. Poner parámetros a quienes tenemos la responsabilidad de hacerlo será el aliado en su desarrollo afectivo.
De igual manera, si eres educador y tus alumnos emparejados manifiestan caricias y afectos fuera de lugar, tienes la autoridad de instruirles. Si lo haces resondrándolos, darás un mensaje de que el amor es malo y prohibido. Pero si explicas el propósito —y mejor si es a cada uno por separado—, será una oportunidad para que le den un espacio correcto a la intimidad y de para que sean conscientes del respeto al entorno.
Escuchemos sin decidir por ellos
Si ya generamos confianza con los enamorados, probablemente acudan a nosotros en más ocasiones. Más que generar dependencia de nuestros consejos, hay que enseñarles a desarrollar criterio, para que poco a poco ellos solucionen los problemas por su cuenta. No demos respuestas apresuradas a sus dificultades: primero escuchemos todo lo que tienen que decir, y qué han evaluado hacer.
Poniendo todas las cartas sobre la mesa y verbalizando el malestar que haya, será más fácil que ellos mismos le encuentren una solución. Para nosotros también será más fácil dar un punto de vista si entendemos todo el contexto. Sin embargo, debemos saber que la decisión final les corresponde a ellos, y que pueden tomar nuestros consejos, ono. En el ensayo-error descubrirán si lo que pareció sensato y coherente en nuestra conversación fue bueno o no.
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No veamos el amor como un elefante en la sala, sino como una oportunidad de practicar el diálogo y brindar un espacio seguro. Cuando se trata de alguien que queremos, como un hijo, hermano, sobrino, amigo, se entiende que la reacción natural sea ponernos celosos y controladores para protegerlos. Sin embargo, podemos perder su confianza. Desde nuestro lugar como mentores, no nos mostremos como los “Grinchs” del amor. ¡Alegrémonos por las relaciones y alentemos a desarrollarlas sanamente!
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