Hemos crecido en un mundo en el que se busca resolver problemas —lo cual, técnicamente, no es algo malo: realmente es lo que nos ha permitido evolucionar y crecer como especie—. Cuando hay una dificultad en nuestra vida, la mente entra inmediatamente en un estado de “resolución de problemas”. Así, piensa, piensa, piensa y piensa, hasta encontrar una respuesta que dé solución satisfactoria al problema.
En la vida cotidiana, esto es muy útil: es gracias a la “mente solucionadora de problemas” que tenemos energía eléctrica, internet, automóviles, celulares y muchas otras cosas que han facilitado la vida y que han mejorado su calidad. Sin embargo, la “mente solucionadora de problemas” también nos genera (paradójicamente) problemas en nuestra vida.
No todo es un problema a ser resuelto
“¿Y cómo así, Bernardo?”, podrás cuestionarte. Pues sí: porque no todo en esta vida es un problema a ser resuelto. Hay cosas que simplemente son así, y el hecho de que la mente entre en este estado y yo le dé toda mi atención sólo genera que me estanque, me agobie y me aleje de lo que es importante y valioso para mí.
“Mmm, sigo sin entender, Bernardo…”. Pues mira: imagina que caes en un arbusto, ¿qué es lo más lógico por hacer? ¿Qué dice la "mente solucionadora de problemas" que debes hacer? Pues salir de ahí, ¿no? Poner un pie por delante y luego el otro… y, ¡listo!, estás afuera y problema resuelto.
¿Qué pasa si caes en un charco de agua con lodo? Pues exactamente lo mismo: automáticamente, la mente dirá “¡Salgamos de esto!”, y enviará órdenes al cuerpo para que ejecute una serie de acciones para mover los pies y demás.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando caemos en un pantano o en arenas movedizas? ¿Qué pasa si hacemos lo que la mente nos dice que hagamos? Seguro lo que dice es: “¡Peligro!, ¡Peligro!, Salgamos de acá: empieza a mover el cuerpo como en las otras ocasiones”. Pero la lógica no aplica igual en esta situación que en los dos ejemplos anteriores… Si aquí hacemos caso a la “mente solucionadora de problemas”, ¡nos vamos a hundir más!
No a las falsas soluciones
Entonces, ¿tenemos que desobedecer a la mente solucionadora de problemas? ¿Acaso es posible desafiarla, ir contra esa “deidad” que siempre tiene la razón y el control de todo?
La respuesta es que sí. Hay que desobedecer esta voz que dice que nos movamos, luchemos y salgamos del pantano o de las arenas movedizas. Contra toda lógica, debemos dejar de luchar, para entrar más en contacto con la superficie de ese material: eso nos permitirá sobrevivir y salir de la situación.
En la vida interior pasa exactamente esto. La mente usualmente no es muy útil para resolver los problemas de la vida interior. Casi siempre, su propuesta es que luchemos, que peleemos, que maquillemos aquello que es incómodo, molesto o desagradable, que hagamos lo que sea para dejar de sentir o pensar. Y eso nos trae un mundo de problemas. porque terminamos dándole el control de nuestra vida a la mente solucionadora de problemas… y lo perdemos nosotros.
¿A qué quiero llegar con todo esto? ¿Cuál es mi fin? A que, a veces, cuando mi mente entra en el modo “solución de problemas” dejo que “solucione” mi miedo a la soledad, que “solucione” mi ansiedad por estar solo, que “solucione” mi necesidad de aprobación… Y esta aparente solución, para la mente, puede parecer es sencilla: “¡iniciemos una relación!”, grita esa vocecita interior.
Pero el tema es: ¿qué tanto es movida la decisión por la libertad y el deseo auténtico de iniciar una relación, y que tanto es movida por el miedo o la ansiedad, o cualquier otra cosa que esté pasando dentro de mí que es incómoda, molesta o desagradable, y que creo que podría aminorarse?
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Con este artículo quise invitar a la reflexión y a la flexibilidad. A que seamos capaces de mirar lo que nuestra mente dice, sin creer lo que dice “al pie de la letra”, como si fuera un dios que me dice qué hacer y qué no hacer.
¡Ojo! Tampoco es mi enemiga: la mente debe constituir una herramienta a mi servicio. A veces generará pensamientos, emociones, sensaciones y demás experiencias internas que me serán muy útiles para caminar en la dirección que quiero caminar, y a veces no… Entonces, ¿a qué le quieres hacer caso? ¿A qué le quieres dar tu atención?
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