Cuando se habla de pureza, siempre nos inclinamos a pensar en el sexo. Parece que, si uno no tiene relaciones sexuales nunca, es más puro. De hecho, esto viene desde antiguo: “la pureza es una virtud que regula el ejercicio de nuestra facultad sexual de acuerdo con la razón”, según Platón y Aristóteles. Es verdad que el sexo toca toda la naturaleza humana, cuerpo y alma. Cuando se hace dentro del matrimonio, nos mejora; cuando se hace fuera, nos lastima. Del mismo modo, hay otras actitudes que nos lastiman mucho como seres humanos, y hoy hablaremos acerca de la que más perjudica nuestros corazones.
Si quieres ser feliz, no hagas esto
En los mandamientos, los “no” —también los que hacen referencia a la pureza— son seis, y son para una vida mejor. Dios nos dice: “Si quieres ser feliz, no hagas esto”. Como cuando una madre le dice a su hijo “No toques el enchufe”: ¡no es para amargarle la vida al hijo! Por el contrario, es para evitarle un daño.
La pureza cuesta, claro. Pero, como todo en la vida, no hay que exagerar. Depende mucho de dónde trazamos las líneas rojas. En nuestra opinión, cuesta de forma especial en el noviazgo, ya que la naturaleza misma del amor nos hace desear la unión con el enamorado.
Si cuidamos en poner las líneas rojas y moderamos nuestra forma de actuar, nos resultará menos complicado.
Cuidar el corazón no se refiere solo al sexo
La pureza de corazón no sólo afecta al sexo. Una persona “virgen”, pero que disfruta con la crítica a los demás, tiene un corazón que no está limpio. Y en verdad, la crítica coincide en algo con el sexo: cuanto más se los ejerce, menos importancia se les da, más se los banaliza.
El papa Francisco dice: “El celibato corre el peligro de ser una cómoda soledad, que da libertad para moverse con autonomía, para cambiar de lugares, de tareas y de opciones, para disponer del propio dinero, para frecuentar personas diversas según la atracción del momento” (Amoris Lætitia, 162). De aquí podemos extraer esta importante verdad: hay que tener cuidado con sobrevalorar la virginidad y ser condescendiente con la crítica.
Desbloquea tu corazón
Podemos creernos muy puros por ser vírgenes, y que, sin embargo, nuestro corazón sea muy mundano, dado a ejercer y a escuchar críticas al prójimo. Criticar y hablar de la vida de los demás nos ensucia el corazón. Así como el sexo fuera del matrimonio, la crítica nos hace perder la pureza del corazón, que es más importante que la física.
Santa Teresa de Jesús llegó a ser santa cuando dejó de enterarse y entrometerse en de todo lo que ocurría en la ciudad: antes de este cambio, aunque ella estuviera en clausura, su corazón estaba fuera. San Agustín, por su parte, consiguió la santidad cuando dejó de buscar la felicidad en los placeres del mundo. Son dos actividades que nos bloquean el corazón: una persona criticona difícilmente podrá amar de forma limpia, y lo mismo ocurre con la que va entregando su cuerpo a cualquier amorcillo.
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Como vemos, la falta de pureza y la crítica a los demás tienen mucho en común. ¿Y qué es lo peor? Que, cuando se tiene cogido uno de estos vicios, es difícil ver que hay gente que vive sin ellos. Por eso, nos avinagran el carácter y nos vuelven descreídos de la bondad del ser humano.
Por ello, para nosotros, cuando se habla de pureza es imprescindible destacar que hay una pureza superior a la física. Esta es la pureza del corazón, que efectivamente incluye la corporal, pero la supera. Y esa es la que de verdad nos hace libres.
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