¿Donarnos? ¿Es que somos capaces de ser don para otro?, ¿de ser un regalo? ¿Cuántas veces nos cuesta mirarnos al espejo y ver la maravillosa creación que somos? ¿cuántas veces creemos no ser suficientes? Ante eso, Dios responde y nos envía para ser don, porque a sus ojos, somos la más perfecta creación. “Ser don” debería ser una exhortación a confiar en Dios y aceptar el don que un hombre puede llegar a ser para otro hombre. Esta es una profunda revelación, que nos cuesta entender desde nuestro lado humano.
Una explosión de amor
Precisamente el mundo en el que estamos, pero al que no pertenecemos, es un intercambio de regalos en el día a día, los cuales se demuestran de múltiples formas. Relacionarnos, compartir, servir… Todas esas son maneras de ser don para el otro. Y, aunque pareciera que nada de extraordinario tiene, y que es un sentir y vivir del día a día, realmente es una explosión de amor, de un amor que no tiene límites.
“Varón y mujer los creó”
Así dice la Biblia (Gn 1, 26-28). “Dios creó”: en todo su alcance, ello refleja que Dios los dio el uno al otro, mutuamente, puesto que donó al hombre la femineidad de la mujer, que es de su especie; le donó una compañera y un apoyo semejante, y luego donó el varón a la mujer. De modo que, desde el principio, el hombre fue dado a otro hombre por Dios. Desde el inicio, Dios ya nos invitaba a ser don para el otro.
El hombre estaba solo en medio de la creación, era el único de su especie, y como tal, se ve hallado frente a un ser que es semejante a él; ¡qué maravilla! En la mujer que recibe de Dios encuentra el “don perfecto”, una ayuda semejante a sí mismo. La mujer es dada al hombre a fin de que este pueda entenderse a sí mismo y, de manera recíproca ellos deben reafirmar mutuamente la humanidad del otro.
“Dios los entregó el uno al otro”
Es por esto que, en la actualidad, nosotros, humanos y creaturas, también buscamos como una necesidad propia del corazón ser un don y recibir al otro como don.
Definitivamente, para el varón, la mujer es al comienzo algo que lo sobrecoge y maravilla. Cabe resaltar que el “ser don” no es explícitamente fijado para ser solamente un regalo para nuestra pareja, sino que podemos ser don con todo aquel que está a nuestro alrededor.
Pero lo cierto es que el “ser don” halla la perfección en el matrimonio, aún así podemos ser un regalo para el otro, con pequeñas acciones diarias que reflejan el amor que desde el principio nos fue otorgado por Aquel que es el mismo amor.
Y, ¿cómo ser entonces “don para el otro”?
Aquí te dejamos algunas ideas:
Amando y sirviendo con alegría.
Amando no solo en mi lenguaje de amor, sino aprendiendo a amar al otro en su propio lenguaje.
Entregándome y sacrificando aquellas cosas que me cuesta cambiar.
Abrazando sus logros.
Acompañando sus tristezas.
Siendo un regalo completo en su vida.
Comprendiéndolo y acompañándolo.
Anhelando juntos la santidad.
Orando por esa persona.
Protegiendo su dignidad y pudor.
Reconociendo su belleza interior y exterior.
Queriendo lo mejor para esa persona y haciéndome mejor cada día por él.
Prefiriendo ante todo el bien de ella o él mismo (siempre y cuando ese bien no conlleve a tu propio mal).
La clave más importante para “ser don”
A la lista anterior, añade esta, que la debería encabezar: Dios primero, Dios antes que nada. Solo Él, que es el mismo DON hecho carne, podrá ayudarnos a ser DON para el otro.
* * *
Si tan solo fuéramos capaces de reconocer la enorme riqueza de cada persona, el mal estaría siempre de lado. Tener conciencia de lo importante que es “ser don” para el otro se convierte en riqueza para ambos. Solamente alguien que tiene dominio sobre sí mismo puede llegar a ser un don sincero para los demás; y esto es verdad a la luz de la presencia de Dios en el inefable misterio de su vida interior.
El hombre también ha sido llamado desde un comienzo a tal semejanza en su ser. Esta es la razón de por qué Dios lo creó varón y mujer. Al crear a la mujer, al colocarla al lado del varón, Dios abrió el corazón del hombre a la conciencia de donar el don. “Ella es de mí y para mí; a través de ella es que yo puedo convertirme en un don, porque ella misma es un don para mí” (San Juan Pablo II).
Atentamente,
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