“Él se enamoró de sus flores, y no de sus raíces; en otoño, no supo qué hacer”, leemos en El Principito, ese clásico de Saint-Exupéry.
Esta frase llegó de una manera muy curiosa a mis manos y, desde que la leí, quedé bastante pensativa: honestamente, pienso que amar es muy difícil. No digo que no valga la pena, solo afirmo que no es sencillo. Conocer a alguien, experimentar un gusto o atracción, sentir una conexión, enamorarse y hacer mil planes divertidos juntos puede traer verdadera felicidad a nuestras vidas, pero no conforman el panorama completo de lo que significa amar.
Si ya estás en una relación afectiva, si estás esperando a encontrar a tu ayuda idónea, si estás rodeado de amigos o si quieres tener más amigos, este artículo es para ti. No pretendo darte consejos para amar bonito —para eso me falta mucho, y no soy experta—, pero sí puedo darte algunas recomendaciones, basadas en hechos de la vida real, que seguro te ayudarán a tener relaciones más profundas.
Eso que ves, no es
Todo lo que conocemos en una primera impresión de alguien, por lo general, no es lo que parece ser; y estoy hablando de lo positivo, pero también de lo negativo. Crearnos prejuicios de las personas es una muy mala inversión. Lo que sí es buen negocio es tomar la decisión de conocer al otro entendiendo que tiene virtudes y defectos.
Cuando se desmorona la imagen que tenemos de una persona, esto puede doler, pero en el fondo es lo mejor que nos puede pasar: nos permite ver a la persona real, y no a la persona que idealizamos. Me gusta pensar que todos somos como una cebolla, que todos tenemos varias capas. Entonces, solo quienes realmente nos conocen y aman llegan a descubrir las capas más profundas. Justo a eso creo que se refiere la frase de Saint-Exupéry: conocer las raíces nos ayudará a permanecer justo en los momentos de menos luz, porque todos los tenemos.
Conocer te ayuda a decidir
Hace unos días me tomé un café con una compañera de mi trabajo, y ella me estaba contando que una de las amigas que más quiere es muy “bossy”, muy “mandona”. Aunque le cuesta emprender proyectos con ella por esa razón, mi compañera ha decidido iniciar uno de sus grandes sueños de la mano de su amiga. ¿Por qué lo hizo, si la considera una mandona? Porque prefiere llevar adelante su proyecto con alguien que ya conoce, con quien ha aprendido a entenderse. Además, ya sabe también cuáles son sus puntos fuertes: la creatividad, la diligencia…
Eso me pareció hermoso. De una u otra forma, cuando estamos conociendo a alguien para emprender proyectos de vida es necesario tener una visión real de las personas, algo que solo el tiempo, la paciencia y la decisión de amar pueden lograr. Por eso, no hay que tener miedo de conocer las temporadas secas de esos amigos cercanos o de tu pareja.
Cuidado con las expectativas
Por último, para lograr las dos cosas anteriores, te aconsejo tener cuidado con las expectativas y estándares altos que a veces manejamos. Es muy importante contar con puntos negociables y no negociables, así como lo es aprender a conocer al otro sin tener siempre de por medio mi perspectiva de la vida.
Para esto me gusta pensar que se necesita mucha humildad. A veces, ceder, dejar al otro ser o hacer las cosas diferentes a la forma en que las haríamos, requiere altas dosis de comprensión, misericordia y humildad.
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Aprender a ver a los demás sin poner un filtro es más difícil de lo que parece, pero es lo único que nos ayudará a tener relaciones reales, y no ficticias. Lo único que nos ayudará a amar con todo lo que implica la palabra, y lo único que nos puede asemejar un poco más a Cristo. Aprendamos a amar las raíces, para que en otoño recordemos las flores, y en invierno podamos ser abrigo.
Si quieres conocerme un poco más, me encuentras en Instagram: @mydailydate
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