Si hay algo que puede hacer sentir a una pareja que ha ganado la copa del mundo es cuando aprende a resolver conflictos. ¡Qué gran reto! No había escuchado sobre este tema hasta que asistimos a un retiro prematrimonial con mi esposo. Lo primero que me llamó la atención fue cuando nos dijeron: “Discutir está bien, pero hay que saber hacerlo”. Nunca voy a olvidar estas palabras, porque hasta ese momento había pensado siempre que las discusiones en una pareja eran peligrosas.
¿Cómo que discutir está bien?
La explicación, aunque no lo creas, es muy sencilla. Te la daremos en los siguientes puntos:
Cuando dos personas se casan, se vuelven uno ante Dios, y deben buscar estar alineados en un proyecto común, siendo complemento uno del otro. Pero esto no quiere decir que sean la misma persona, como una especie de “clon” uno del otro. Vienen con diferente historia personal, virtudes y defectos, personalidad, pensamientos, etcétera.
Es natural que dos personas diferentes discutan sobre ciertos puntos en los que no están de acuerdo. Puntos que aumentarán durante la convivencia, dado que comparten la mayoría del tiempo, y hay muchas decisiones que tomar.
Hay una gran diferencia entre discutir y pelear. En una discusión se exponen dos opiniones o perspectivas, se llega a un acuerdo buscando un punto medio, o cuando algunos de los dos cede. Una discusión puede convertirse en pelea cuando intervienen la ira, la frustración, la desesperación y otras más. Hay faltas de respeto, descalificaciones, insultos, gritos y/o amenazas.
En el Salmo 37, 8-9, Dios nos advierte sobre el peligro de la ira: “Domina tu enojo, reprime tu ira, no te exasperes, no sea que obres mal”.
Saber discutir
Dicho esto, hablemos puntualmente sobre el “saber discutir”. Existen algunos métodos que recomiendan psicólogos y terapeutas para abordar una discusión adecuadamente, y yo les quiero contar la que me pareció sencilla y muy útil.
Saber comunicar el mensaje es importantísimo al momento de discutir, pero en medio de una molestia y enojo difícilmente se logra ser objetivo y claro. En mi experiencia personal, puedo decir que siempre me iba por las ramas y exageraba al contar los hechos, como producto de mi enfado. Por eso, al momento de expresarnos debemos responder a 3 preguntas:
¿Qué me molestó?: Sé concreto: no suma traer cosas del pasado que ya fueron resueltas, o involucrar la opinión de otras personas sobre el tema. Se trata puntualmente de qué te molesto ahora a ti.
¿Cómo me hubiese gustado que obres? Esto le dará a la otra persona un mejor panorama de la situación que te molestó y de cómo esperabas que procediera. Tal vez no se imaginó que existía otra forma de obrar.
¿Cómo me gustaría que obres en el futuro respecto de este tema puntual? Directo y al grano. Aprende a expresar en palabras lo que esperas, lo que te gustaría. Pero ten en cuenta que son un equipo, no es tu enemigo. Así que sé generoso y justo. Teniendo en cuenta esto, la persona que tienes al frente va a valorar que propongas un nuevo camino en su obrar.
Dos consejos finales
Para terminar, es importante resaltar que a veces es necesario darse un “tiempo y fuera” antes de tener esta conversación. Por ejemplo, en mi caso, sé que, si respondo a estas preguntas a penas algo me molesta, no seré objetiva. Por ello, agregaré más intensidad de la cuenta a la mayoría de sentimientos que me genera esa molestia. Por eso, prefiero darme unos minutos para volver a tener calma, apelar al dominio propio y recordar que vivo con mi esposo —¡no existe eso de “me voy a mi casa”, como en los tiempos de enamorados, así que toca resolverlo!—. Luego, con más tranquilidad, acuerdo una reunión con mi esposo para tener esta conversación.
Les doy un último super tip: si el asunto a tratar te genera mucha cólera, apunta tus respuestas en un papel cuando estés con la cabeza fría, a solas. Luego reúnete con tu cónyuge, y limítate a leer tus respuestas. Esto te ayudará a no agregar cosas que “no quisiste decir” que dañen a tu pareja, producto de tu enfado.
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Espero que todo esto pueda sumar en tu relación o matrimonio. ¡Esfuérzate por aprender a resolver conflictos! Sé paciente contigo y con el otro: es cuestión de práctica.
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