“Llevamos 13 años casados y abiertos a la vida. Gracias a Dios y a la formación humana que hemos recibido, entendimos con el corazón, no solo con la cabeza, lo que realmente significa la fecundidad. Este año cumplimos 6 años de casados mi marido y yo, seguimos abiertos a la vida, pero no llegan los hijos. Sin embargo, nos sentimos fecundos a más no poder. Somos muy felices y abiertos para lo que Dios nos llame”.
Recibo constantemente testimonios similares a este. Muchas personas se preguntan si realmente se puede ser fecundo a pesar de no tener hijos. Y la respuesta es: sin duda.
Fecundidad no es sinónimo de tener hijos
Existe esa idea generalizada: sin hijos, no hay fecundidad. Pero entonces, por ejemplo, quien vive la infertilidad, o no tiene más hijos, puede llegar a pensar que es peor matrimonio que otro. Y no es cierto.
De hecho, sería enormemente injusto verlo así. No nos quedemos con la idea de que quien no tiene hijos tiene que ser fecundo por otro lado, como si tuviera que buscar un plan B para sentirse bien. El error está en pensar que la fecundidad se limita a un proceso fisiológico.
Otro matrimonio me contaba: “Sabíamos con la razón que podíamos ser fecundos, a pesar de no tener hijos. Pero con el corazón éramos incapaces de entenderlo en ese momento. El sufrimiento era tan grande que para nosotros fue un milagro el cambio que experimentamos. Gracias a Dios, recibimos la gracia de poder vivir de otra manera, pero no fue a fuerza de puños y de intentar entender que podíamos ser fecundos a pesar de no tener hijos. Fue el Señor que nos cambió el corazón para entender.
Entonces, ¿qué es verdaderamente la fecundidad conyugal?
Esa fecundidad matrimonial va mucho más allá, es mucho más profunda que tener hijos (sin quitar importancia a este hecho milagroso). Ser fecundos es ser capaces de transmitir amor a nuestro alrededor.
Y eso se puede hacer de mil maneras: cuidar al cónyuge, darle tiempo, escucharle, aceptar sus debilidades, ¡y las propias!, abrir las puertas del hogar a los amigos, a otros matrimonios, etcétera. En todo caso tener hijos es un resultado biológico de la fecundidad, pero esta ya estaba, o debería estar, antes.
No se es más fecundo por tener más hijos. Se es más fecundo cuanto más se ama, con hijos o sin ellos. La fecundidad conyugal siempre puede y debe estar en cada momento de la vida.
¿Cómo lograr esa fecundidad, en cualquier estado en el que nos encontremos?
Llevo hablando de una fecundidad conyugal. Pero esa capacidad de amar no se reduce, lógicamente, a los casados. Todos, en cualquier estado (casados, solteros, viudos, consagrados, sacerdotes…), como personas humanas que somos, creadas para la eternidad, debemos ser fecundos.
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Todos estamos llamados a encontrar el camino personal que nos conduzca a salirnos de nosotros mismos, a entregarnos a los demás, a amarlos. Solo así podremos experimentar lo que significa ser fecundos de verdad.
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