Cuando del amor se trata, ¡cómo nos encanta hacernos castillos en el cielo! “Quiero encontrar a alguien así, quiero que haga esto y que sea de esta manera, que sea de aquí o allá, que vista así, que trabaje acá, que piense de una manera o de otra”…, “Si no hace esto, entonces ahí no es, si no cumple esto otro, entonces ahí tampoco es…”, y así, etcétera, etcétera.
¡Todavía ni conocemos a la persona, y ya tenemos un montón de expectativas que imponer sobre ella! De hecho, alguna vez hasta me recomendaron hacer una lista de cómo quiero que sea la persona con la que voy a tener una relación, y poner a un lado los negociables, y al otro los no negociables… Entonces, cada vez que salía con una persona sacaba mi listita y decía: “¡Esto sí lo cumple!, ¡esto no…!”. Ahora esta persona es mi esposo, y no puedo creer la magnitud de la falta de respeto que estaba cometiendo. De hecho, hasta le he pedido perdón por esto…, ¿les digo por qué?
Ante todo, la persona
A ver… No está mal saber lo que uno quiere y lo que no, ¡eso está bien! En la elección de cosas o en la realización de proyectos, esto es esencial. Sin embargo, las personas ni son cosas, ni las puedo hacer mi proyecto. ¡No va a funcionar! Querer tener el control sobre todo, incluso sobre los demás, solo lastima a otros y a nosotros mismos.
Imponer nuestra idea impide disfrutar del otro
Si continuamente estoy queriendo meter a una persona en la idea que yo tengo, ¿qué pasará? Adivinen. ¡Fracaso total en la relación!, estaré reclamándole por todo, y tarde o temprano se acabará. Me atrevería a decir que es la razón fundamental por la cual las relaciones duran tan poco hoy en día, y es una lástima. Hemos dejado de disfrutar del otro, tal y como es, por imponerle nuestras ideas. ¡Y nos perdemos de tanto!
Es que no podemos encasillar a las personas en la idea que tenemos de ellas, o en la idea que queremos que cumplan. Porque las personas no son una idea: son una realidad. Y la realidad siempre sobrepasa nuestras ideas, y se la recibe tal cual es. Disculpen que ya me puse filosófica, pero es verdad.
Cuando amas a alguien por quien es
A la final, ¿les cuento qué pasó con mi “listita”…? Pues que me enamoré tanto de él que me importó poco lo que había puesto ahí… Me enamore de Él y, aunque cumplía algunas cosas y no cumplía otras, ya me daba igual: sólo me importaba él.
Gracias a que dejé de imponer mis ideas sobre él, descansé y empecé a disfrutar tanto de su presencia que por fin empecé a conocerlo de verdad. Elegirlo a él y dejar mis ideas me hizo descubrir que muy por encima de ellas estaba él, y que era fascinante. Lo era, sí, con sus virtudes y con sus defectos.
Así aprendimos que, cuando amas a alguien por quien es, todo se puede sobrepasar. Antes de entender esto, peleábamos mucho, pero lo entendimos a tiempo. Y así llegó la paz que nos permitió conocernos más a profundidad… ¡Esta fue una gran escuela para el matrimonio!
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Hoy, después de 8 años desde que empezamos a salir, 6 de matrimonio y tres hijos, puedo decir que dejar la “listita” es el secreto para una relación llena de respeto, en la que nos ayudamos mutuamente, no por la idea que quiero imponer, ¡sino porque quiero hacer al otro feliz!
Inténtalo: sal de tus esquemas y recibe a los demás con sinceridad. ¡Seguro tus relaciones darán un giro que no te esperas!
Giuliana
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