Hoy en día, decir que todos tenemos un llamado natural a ser padres o madres puede sonar un tanto anticuado y cuadrado. ¿Acaso tener hijos es el único camino que podemos seguir? Si bien puede verse lejana la faceta de ser padres, no reconocer esta vocación en nosotros podría desaprovechar un gran potencial en nuestras vidas.
La maternidad y paternidad espiritual
Para ser padre o madre, hace falta más que procrear un cuerpo. Se necesita generar un vínculo espiritual y dejar huella en el hijo. Puede ser compartiendo lecciones de vida o enseñanzas que forjan la personalidad. Es la capacidad de transmitir algo de ti en el otro, que va más allá de un factor sanguíneo. Por eso se entiende que el acompañamiento de religiosas, curas, maestros, entrenadores, psicólogos y otras personas afines resulte tan significativo como el de los padres.
Implica crecimiento
¿Por qué importa saber que somos potenciales madres o padres espirituales? Porque cuidar a una persona que sabe menos que nosotros implica salir de nuestro egoísmo y de nuestras propias preocupaciones. Es un esfuerzo que desarrolla tu generosidad, tu escucha y tu empatía, y que incluso te obliga a interiorizar lo que enseñas. Ayudar a los demás aporta en tu propia madurez.
Se empieza desde hoy
Para cumplir nuestra vocación paternal o maternal, no hace falta que esperemos a enamorarnos, casarnos o tener hijos. Puedes fortalecerla desde hoy, y será mejor cuanto antes lo hagas. Es cuestión de encontrar las oportunidades de asumir el rol, y tomarlas como un reto. Quizás nos toque hacerlo con nuestros hermanos, primos o sobrinos pequeños. Quizás desde nuestro rol como líderes en el trabajo o en el equipo que tengamos a cargo. Reconozcamos que hay cosas que sabemos más que otros, y los contextos donde los podemos enseñar.
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¿Cuántas oportunidades tenemos hoy de desarrollar nuestra maternidad o paternidad espiritual? ¿Cómo nos hemos comportado hasta el momento en aquellos entornos, y cómo podemos mejorar? Reconocer esta vocación tiene la capacidad de descubrir nuestro potencial y pulirlo cada día más. Seamos cada día más perfectos en el amor al prójimo, y preparémonos en caso se nos regale el don de ser padres biológicos.
Este artículo está basado en el capítulo “Paternidad y maternidad”, de Amor y responsabilidad, escrito por Juan Pablo II, una referencia ineludible para temas como este.
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