Casarse nunca ha sido una decisión fácil. Cuando converso con mi mamá sobre sus primeros años de matrimonio, me cuenta sobre las dificultades y luchas que tuvo que enfrentar junto a mi papá. Un poco distintas a las que yo enfrento, pero, hace treinta y dos años, el matrimonio era igual de retador.
Si hablamos de los retos que siguen estando vigentes, podrían ser las tareas del hogar o las finanzas familiares —creo que esto no ha cambiado del todo desde aquellas épocas, excepto porque ahora tengo una maravillosa lavadora y un Excel lleno de fórmulas para administrar las finanzas—. Pero las corrientes que han ido apareciendo en nuestra sociedad con fuerza definitivamente son una novedad a la que los matrimonios jóvenes nos enfrentamos hoy en día, y las cuales quiero detallar a continuación.
Consumo descartable
Vivimos en una sociedad en la que me compro algo y, si no me gusta, me incomoda o me demanda mucho trabajo, lo devuelvo. La mayoría de los productos son descartables o intercambiables; estas facilidades hemos querido llevarlas al escenario de la vida matrimonial con “un amor desechable”.
Romantización de la infidelidad
Nunca antes se había visto tantas series, películas y canciones que dejaran ver cuán excitante y romántico puede resultar ser infiel a tu cónyuge. El resultado es una sociedad que ya no busca combatirlo, sino normalizarlo… Y dejemos de lado las terribles consecuencias que esto puede traer en una pareja, en los hijos y en la sociedad.
Egocentrismo
Se escucha por todos lados sobre el empoderamiento y el reencuentro con uno mismo, pero planteado como un proceso egocéntrico, egoísta y superficial. Teniendo en cuenta que el matrimonio es una donación completa, en la que buscamos hacernos felices mutuamente y crecer ambos como personas, el egocentrismo se presenta como una gran amenaza en estos tiempos.
Exaltación del placer
Hoy en día se habla mucho sobre la felicidad ¿Y qué camino te presentan para lograrla? El placer. Cada campaña publicitaria refuerza la idea de conseguir felicidad a través de todo lo que te cause placer y satisfacción. Esto está unido a la primera idea que mencioné sobre el consumo descartable: si algo me demanda esfuerzo y sacrificio, lo descarto, porque “si no me causa placer, no me causa felicidad”. Ahí entendemos a muchas personas que han descartado el matrimonio y la maternidad o paternidad. La pregunta es: ¿por qué, si hemos eliminado el sacrificio, reemplazándolo por los placeres inmediatos que supuestamente nos hacen felices, tenemos una sociedad deprimida y con ansiedad?
Placer sexual como termómetro
¿En qué momento empezamos a diferenciar un buen o mal matrimonio según el placer sexual? La persona tiene muchas dimensiones, al igual que el matrimonio. Reducir el matrimonio a la vida sexual es caer en la ya mencionada “exaltación el placer”, además de descuidar enormemente temas igual de importantes, como la comunicación, el trabajo en equipo, los proyectos en común, la vida espiritual o la convivencia.
Felicidad inmediata
En estas épocas, ¿a quién le gusta esperar? Mientras más rápido, mejor. Un fast food, un internet veloz —si no, me cambio de operador—, todos los capítulos de una serie en un fin de semana —porque, ¿para qué esperar, si me la puedo terminar hoy?—. Cuando trasladamos eso cotidiano a las cosas más importantes de la vida, nos olvidamos que las cosas más bellas toman tiempo: construir una relación sólida toma tiempo, formar a un hijo toma tiempo. Y esto debe ir acompañado de virtudes que no necesariamente causarán placer y felicidad inmediata, como la castidad y la tolerancia. Pero a largo plazo te harán alcanzar logros trascendentes y sobrenaturales que te llenarán el corazón.
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Quise exponer todos estos puntos a los que nos enfrentamos los matrimonios del Siglo XXI sin intención de desmotivarnos, sino para dar el primer paso para combatirlos y proteger nuestro hogar. Y ese paso es identificarlos. Ponerles nombre y ser muy conscientes de lo que tenemos frente a nosotros, para tomar una postura firme y cristiana ante todos estos enemigos del matrimonio.
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