A veces, las familias con varios hijos podemos parecer, sin quererlo, algo que no somos. "Vosotros no tenéis problemas...”, “Sólo hay que veros...”, “¡Qué familia tan ideal!”, “La familia perfecta”… Estas son cosas que nos han dicho en más de una oportunidad —sobre todo, personas que nos siguen en redes sociales o que nos conocen poco, y que tienen, lógicamente, una visión incompleta respecto de nosotros—. Por un lado, me alegra inspirar cosas buenas, pero por otro me río por dentro: claro, esa perfección aparente no es verdad... ¡Si ellos supieran!
Mucho más que las apariencias
Está bien mostrar nuestro mejor lado. Pero también debemos ser conscientes del peligro, por así decirlo, que esto puede suponer para otros. Las apariencias de happy family que tanto abundan hoy en día en redes sociales, más que ayudar, a veces pueden hacer que quien las vea se sienta impotente o descorazonado, al comparar su realidad con una que es irreal, utópica, ¡que no existe!
Después de todo, las happy photos o happy stories, como me gusta llamarlas, no me parecen mal, ya que a todos nos gusta enseñar lo mejor de nuestro álbum familiar. Sin embargo, no olvidemos que, al final, esas fotos o stories están hechas en momentos puntuales de la vida de dos personas que, estando bien o mal, sonrieron para la foto. Lo que quiero decir con este post es que el matrimonio es mucho más que esas apariencias: sería como quedarse solo con la punta visible del iceberg.
Lo que nos mueve a mantenernos unidos
Estoy segura de no errar si digo que en todos los matrimonios hay “movidas”, hay malentendidos, hay diferentes formas de hacer las cosas, hay momentos en los que uno se plantea por qué eligió a esa persona, que es tan diferente. Hay momentos en los que sólo se ven defectos por todas partes.
¿A quién no le ha pasado alguna vez que ha querido hacer desaparecer a su cónyuge instantáneamente? Por un enfado, porque los planetas sentimentales no estaban en línea, por lo que fuera… Pienso que es normal mirar al otro queriendo hacerle desaparecer. Como también lo es rectificarse.
En el matrimonio, lo que nos mueve a seguir juntos no son solamente las cosas buenas que compartimos. Lo que nos mueve a mantenernos unidos es una promesa que hicimos hace tiempo, una promesa que decía que en las buenas y en las malas, ahí estaríamos.
La felicidad, que todos añoramos, la encontramos al repetir todos los días esa misma promesa. Es sorprendente descubrir —más aún en una sociedad que nos inculca el egoísmo— que solo somos felices cuando nos entregamos al otro.
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El amor de verdad no es puro sentimiento —que va y viene, de modo incontrolable—: el amor es una decisión firme de querer quererse, de aceptar al otro como es. Es juntar continuamente todo lo que tienes —¡no lo que te gustaría tener!—, para convertirlo en lo mejor. Familias perfectas no existen, pero sí existen las familias perfectamente imperfectas.
Un consejo final: una de las cosas que a nosotros nos ha ayudado mucho a aprender a querernos —sí: el amor necesita ser cuidado todos los días— es la planificación familiar natural. Cuando dicen que es buena para el matrimonio, es verdad. Hay miles de otras cosas que ayudan, pero esta me parece de las mejores. En mi siguiente post me dedicaré a explicarlo.
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