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¿Mis principios o mi pareja?



Aristóteles, un filósofo de la antigüedad, distinguía entre lo sustancial y lo accidental o, para decirlo en palabras más simples, lo esencial y lo accesorio. Lo esencial es algo que no puedo cambiar sin que la cosa deje de ser lo que es. Por ejemplo, al quemar un papel, este deja de ser papel y pasa a ser ceniza. Lo accesorio, en cambio, puede modificarse sin que algo deje de ser lo que es. Por ejemplo, si doblo un papel haciendo un avión, cambió la figura del papel, pero el papel sigue siendo tal.


Esta distinción puede aplicarse también a una relación. Mis principios son esos valores que están en el origen de todas mis acciones. Se trata de las normas fúndanles o los criterios rectores que están llamados a orientar todos mis actos. Cambiarlos, en cierto sentido, hace que deje de ser quien soy.


Lo esencial y lo accesorio


Cada persona es un mundo, y el inicio de una relación hace que esos mundos colisionen. Es muy difícil que en esa colisión haya un encaje perfecto. Generalmente, hay cosas en las que cada uno tiene que ceder para darle su lugar al otro. Y en ese “ceder”, hay que distinguir entre lo esencial y lo accesorio.


En lo accesorio se puede no coincidir, y en ese terreno se plantea la “negociación”. En cambio, en lo esencial, si no hay coincidencia, lo mejor es no avanzar. Si se decide avanzar, tarde o temprano habrá problemas, y uno se verá en la disyuntiva de tener que renunciar a sus principios o a su pareja. Por eso, lo más saludable en estos casos es cortar la relación en sus inicios. Más tarde, habiéndose establecido un vínculo más fuerte, la separación puede ser más difícil.


Un ejemplo de algo accesorio es que mi pareja comparta mi equipo de fútbol o mi profesión. Puede ser muy imprtante para uno, pero no es algo que, a la larga, defina la relación. En cambio, algo esencial es que la otra persona comparta mi religión, o que al menos esté dispuesta a vivir según los valores que se desprenden de ella. Es el caso, por ejemplo, de la vivencia de la castidad. Si no hay un acuerdo en esto, la relación se hará insostenible.


Dicho esto, hay 3 ideas que me parece importante plantear:


1. Conócete a ti mismo


Lo primero es que hay que hacer es conocerse uno mismo. Y, conociéndose, poder distinguir con claridad aquello que es esencial y aquello que es accesorio. Lo accesorio, puedo negociarlo. En cambio, lo esencial, no lo puedo negociar. Y esto, a dos niveles.


El primer nivel consiste en aquello que uno está dispuesto a cambiar —o no— en uno mismo. Por ejemplo, algo esencial para uno puede ser el hecho de querer casarse y tener una familia. Otra cosa esencial puede ser la vivencia de la castidad. Son cosas en las que uno no está dispuesto a ceder. Por lo tanto, si no hay compatibilidad en estos temas, no tiene sentido plantearse una posible relación.


El segundo nivel consiste en aquello que uno espera encontrar en otra persona. Respecto de estas expectativas, también es importante distinguir lo esencial de lo accesorio, pues no existe “el candidato perfecto”. Por ejemplo, que la otra persona vaya al gimnasio y tenga un cuerpo escultural, a fin de cuentas, es algo accesorio. En cambio, que comparta mi religión, tal vez pueda ser para uno algo esencial.


2. Tus valores no los asumes hasta que no los pones a prueba


La arcilla es el polvo del cual se hace la pasta para hacer figuras o vasos. Una vez mojada, se hace barro y es maleable; y modelada, la arcilla debe secarse. Sin embargo, aun seca, sigue siendo frágil. Por eso, la figura modelada debe cocinarse a más de 600 ºC para que la arcilla se convierta en cerámica, adquiriendo así una mayor dureza y solidez. Algo similar ocurre con los valores.


Los valores no se asumen en teoría. Para que estos sean realmente “mis valores”, deben ser puestos a prueba. Por ejemplo, alguien puede pensar: “nunca estaría con alguien que no practique mi religión”. Sin embargo, hasta que uno no conoce a alguien que no es creyente y experimenta una gran atracción, no verá cuán enraizando está realmente en uno dicho valor.

Un ejemplo interesante es la virtud de la castidad. Es fácil querer vivir la castidad en pareja cuando aun no se tiene pareja. La importancia que la castidad realmente tiene para uno se ve cuando uno está en pareja con una persona que quiere y además le resulta tremendamente atractiva, y esta persona le dice: ven esta noche a mi casa a ver una película que mis papás no van a estar. Es ahí donde se ve cuán importante para uno es la castidad.


En conclusión, esos valores que se consideran esenciales, no se terminan de asumir hasta que no se ponen a prueba.


3. Si no vives como piensas, vas a terminar pensando como vives


El ser humano es una unidad, y la inteligencia y la voluntad —que se ponen en juego en la vida moral—, tienden también a alinearse. Mediante la inteligencia se identifican los valores que se consideran esenciales. Mediante la voluntad, uno elije actuar conforme a dichos valores.


Lo normal es que las acciones respondan a los valores que uno tiene. Es decir, uno está llamado a actuar según aquello que cree que es lo mejor. Sin embargo, cuando esto no ocurre, lo natural es que uno “justifique” esos comportamientos que contradicen los valores que uno tiene, al punto de incluso llegar a cambiar dichos valores.


Volviendo al tema de la castidad, uno puede empezar una relación considerando que es importante vivirla. Sin embargo, una vez abandonada su práctica, uno tratará de justificarse con frases como: “nos vamos a casar”, “todo el mundo lo hace”, “ya tenemos tiempo juntos”, “nos amamos”, etcétera. Al final, uno se trata de convencer de que eso que hace es lo mejor.


Hay en el ser humano la necesidad de mantener esa unidad entre lo que se piensa y lo que se hace. Por eso, si uno no actúa como piensa, va a terminar pensando cómo actúa.


***


La etapa en la que uno empieza a conocer a alguien es clave. Sin embargo, pasar tiempo con la otra persona no garantiza que uno la conozca. Actividades como ir al cine o ir a bailar, si bien son buenas, no permiten que uno tenga conversaciones profundas. Por eso, es importante que en esa primera etapa de conocimiento uno tenga salidas que permitan hablar y plantear los temas importantes. Sólo de esta manera se verá si es posible construir una relación sobre bases sólidas.


El autor es el director de Ama Fuerte. Puedes contactarlo a través de sus cuenta de Instagram: @daniel.torrec.


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