Hemos llegado al mes de diciembre después de un año totalmente diferente que nos tomó por sorpresa a todos. En este mes celebramos una de las fiestas más bonitas e importantes: la Navidad. Observando detenidamente cómo vivimos este tiempo, pudimos darnos cuenta de que guarda algunas enseñanzas que podemos llevar a nuestras relaciones. En este artículo, mencionamos tres.
1. La preparación del corazón
Uno de los aspectos que caracteriza este tiempo es que, con antelación, nos preparamos para la Noche Buena. Empezamos por ambientar el entorno decorando nuestros hogares, poniendo el árbol, ideamos algunos outfits y comenzamos a pensar en qué regalos podemos dar a nuestros seres queridos en agradecimiento por tenerlos presentes. Pero también preparamos nuestro corazón para que en él nazca el Rey de reyes, confesándonos, meditando las lecturas diarias y yendo a su encuentro en la Eucaristía.
Si lo piensas, en la etapa del noviazgo sucede algo muy parecido. Es un tiempo para prepararnos para algo mayor: el matrimonio. Es un tiempo para crecer, aprender el uno del otro, compartir experiencias, decorar nuestra alma con virtudes, revestirnos de amor, regalar tiempo de calidad y crecer en la comunicación. Debemos vivirlo sabiendo que nos preparamos para algo grande, y no solo como una etapa más del montón. Así como el día 25 es el culmen e inicio de la Navidad, el matrimonio es el culmen del noviazgo.
Con esto no queremos decir que todo noviazgo deba terminar en matrimonio, pero sí que todo noviazgo debe vivirse con ese propósito.
2. No abrir el regalo antes de tiempo
En nuestro país, Venezuela, tenemos como tradición guardar los regalos y darlos a media noche —una vez llegado el día 25—, en señal de celebración. Cuando éramos pequeños, nuestros padres escondían los regalos para que no pudiéramos abrirlos antes del día de la Navidad. Esperábamos con ansías y emoción ese día para poder tener y abrir el nuestro. La Noche Buena la pasábamos jugando con amigos y compartiendo con nuestra familia para que la espera no desesperara.
En nuestra vida, el sexo y la sexualidad son un regalo hermoso de Dios que debe ser guardado con celo y amor. Tanto los solteros como los novios, se parecen a esos niños el 24 de diciembre esperando sus regalos. “Abrirlos” antes de tiempo es un acto de impaciencia en el que se pierde el verdadero sentido, el valor y la importancia que debemos darles.
Es necesario aprender a aguardar con paciencia el momento adecuado para entregarse el uno al otro. En esto, la castidad es la gran virtud que nos ayuda a vivir en la espera paciente y amorosa hasta donarnos en el matrimonio y ser una sola carne. Esta es la grandeza de la sexualidad. Va más allá del cuerpo: somos cuerpo y alma. Por eso, cuando te entregas por completo a alguien en el acto sexual, te estás donando en todo tu ser.
3. Que no se pierda el verdadero sentido
Quizá hoy más que nunca en muchas partes del mundo se ha reemplazado el verdadero sentido de la Navidad con uno más comercial. Para nosotros, los cristianos, la Navidad es la fiesta en la que celebramos el increíble acontecimiento de que Dios se hizo hombre. Tomó nuestra condición humana por amor y nació en el lugar más humilde que pudo encontrar: un pesebre.
Entre tanto ruido comercial, podemos llegar a tener la tentación de desviar la mirada de lo importante. Lo mismo puede ocurrir en el noviazgo, perdiendo el verdadero significado de esta hermosa etapa. Nos dejamos llevar por un “amor” comercial o de película, dejando que nuestra relación se vea influenciada por cómo la viven los demás.
Recuerda que el noviazgo es un tiempo de discernimiento. No te saltes las etapas por querer apresurar las cosas. Aprovecha al máximo el tiempo y vívelo con alegría.
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Siempre estás a tiempo de comenzar a ver lo hermoso del Adviento y la Navidad. También estás a tiempo de hacer lo mismo respecto de tu vida, tu sexualidad, tu noviazgo y, ¿porque no?, tu matrimonio. ¡Ánimo! Jesús nos enseña que la espera valdrá la pena. Y recuerda que puedes contactarnos a través de nuestra cuenta de Instagram: @sexualidadycastidad.
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