Las discusiones son situaciones habituales en la vida cotidiana. Se discute con un compañero de trabajo, con el jefe, con un dependiente del supermercado y con el vecino de arriba. Las discusiones —sobre todo, si hay mucha confianza— se consideran habitualmente como normales. E incluso, como beneficiosas. Pero, ¿son realmente normales? ¿Son beneficiosas? ¿Cuáles son las buenas discusiones, y cuáles las malas? ¿Cómo aprender a distinguirlas? ¿Cómo aprender a discutir bien? Aquí encontrarás algunos consejos que pueden serte útiles.
¿Sobré qué temas discutir?
Un primer punto es revisar sobre qué discutimos, y asegurarnos de que lo hacemos por cosas importantes. Y es que hay muchos de temas que generan broncas estériles en las parejas: te parecería increíble conocer la cantidad de discusiones por temas que no aportan demasiado, como la forma de ordenar los cubiertos en el lavavajillas, cómo se aprieta “bien” la pasta de dientes, o cómo se cuelga la toalla… Primera regla de oro de las discusiones de pareja: discute por cosas importantes.
Cosas importantes pueden ser la educación de los hijos, las normas de la casa, el funcionamiento de la vida de familia, la familia de origen, los temas económicos o el reparto de las tareas de la casa. Y, por supuesto, quedan descartados aquellos temas que en realidad no son discusiones, sino reproches, insultos, o desahogos de una frustración —en el trabajo o en cualquier otra circunstancia.
¿Por qué discutir?
Identificar el objetivo de aquellas conversaciones que puedan desembocar en discusiones es también tremendamente enriquecedor. ¿Cuál es el objetivo de la discusión? En muchos casos tengo la sensación de que hay broncas de pareja que no tenían como objetivo dar solución a algo concreto, sino que se terminan revelándose como una lucha de egos, en la que uno pierde y termina humillado.
Por lo tanto, tengamos claro primero cuál es el objetivo. Si el objetivo es decidir una norma común para los hijos en casa —por ejemplo, la hora de llegada a casa, el uso de las pantallas o cualquier otra cosa—, lo mejor es apartar las ideas personales. Es como si estuvierais en una empresa o en una asociación: el objetivo es determinar qué lo mejor para todos, no salirte con la tuya. Lo importante no es tener razón, sino encontrar la mejor solución.
¿Cómo discutir?
En el fondo, ya está casi todo dicho en el punto anterior: la manera correcta de discutir es transformar la discusión en un análisis objetivo de los puntos de vista. Esto en las empresas se hace estimulando a todas las partes a aportar pros y contras, haciendo todos de abogado del diablo. Ninguno intenta tomar partido por una de las soluciones —o, por lo menos, se trata de evitarlo—, y todos suman ideas. Al final, se sopesan los pros y los contras y se toma la decisión que parezca objetivamente más oportuna.
Y, como ya he comentado en otros posts, procurad siempre hablar de forma asertiva, huyendo del ataque personal, buscando separar los comportamientos de las personas, y, sobre todo, evitando juzgar las intenciones del otro. O, mejor, excusando siempre las intenciones del otro. Desde el cariño, desde el amor, desde la justificación de quien en verdad ama al otro.
¿Cuándo discutir?
El peor momento para hablar temas complicados y tomar decisiones es cuando estás cansado, o cuando estás caliente por algún punto que te ha molestado. Entonces, lo fácil es que pases a tomarte la discusión como la lucha de egos de la que te hablaba antes.
Por lo tanto, cuando surja un tema que valga la pena estudiar a fondo para tomar una decisión, lo mejor es posponerlo, y buscar un momento más lúcido y tranquilo. Mientras tanto, los dos os dedicaréis a buscar información, pedir consejo… El objetivo, recuerda, es conseguir la mejor decisión, no ganar en la discusión.
¿Cómo terminar una discusión?
Una buena discusión tiene en cuenta que después de la tormenta llega la calma y que habrá que pasar juntos —y de buen humor— el resto del día, el resto de la semana…, el resto de la vida. Por lo tanto, tendremos este final en cuenta, para evitar durante la “batalla” todo tipo de puntos que puedan humillar al otro, reprochar su comportamiento, compararlo con amigos, familiares, hijos o primos…
¿Y si la discusión se te va de las manos?
Todos sabemos que los puntos anteriores son muy lógicos, pero que la vida nos lleva con frecuencia a discusiones fuera de lugar. Estas pueden terminar en palabras que no querías decir, o en esa comparación desafortunada que hiere…
Entonces es muy importante pedir perdón. Pedir perdón y perdonar. El final de una discusión caliente es el mejor momento de pedir perdón. ¿Y si es el otro el que tiene que pedir perdón? Pues lo pides tú igualmente: no esperes al otro. El primero que pide perdón y el primero que perdona es el que más aporta en una relación. ¡Ah! Pedir perdón y, luego, perdonar. Perdonar los dos, y olvidar aquella palabra hiriente o aquella comparación desafortunada. Sin guardar rencor. El que olvida las heridas consigue que cicatricen antes.
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Discutir puede ser enriquecedor, porque ayuda a tomar decisiones sobre temas importantes. Para hacerlo, mira primero si el tema es importante o intrascendente. Luego intenta afrontar la discusión como un análisis objetivo, evitando que se convierta en una lucha de egos: no gana uno, ganan los dos. Porque encuentran juntos la mejor solución.
Puedes seguir a Fernando Poveda en su cuenta de Instagram: @laparejaquefunciona.
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