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Foto del escritorDaniel & Lenny

3 claves para una verdadera masculinidad



Hace un tiempo, una buena amiga nos regaló un libro muy especial sobre la consagración a San José. Algunas semanas después, otra persona, también muy cercana a nosotros, nos contaba sobre la devoción que tenía Santa Teresa de Ávila a este gran santo, y cómo él le había concedido tantos milagros. Para terminar con la serie de “coincidencias”, unos días más tarde se estrenaba la película Corazón de padre, un documental sobre la devoción a San José.


Empezamos a leer el libro de la consagración y nos dimos con la sorpresa de las grandes virtudes de este santo y el ejemplo que es de hombre, esposo y padre. ¿Acaso este libro llegaba por casualidad a nuestras vidas en este tiempo? ¿Acaso no vemos una falta de noción de lo que es ser realmente hombres recios, viriles, que den su vida por quienes les han sido confiados?


No podía ser tanta casualidad. En cada página descubríamos en las virtudes de este santo una riqueza que caía a pelo con la falta de comunicar una verdadera y sana masculinidad en nuestros días. Porque no podemos negar que nos hemos acomodado en una vida muy individualista, y que se ha perdido de vista la verdadera virilidad.


Con esto que acabamos de contarles, quisiéramos compartir con ustedes algunas claves para seguir el ejemplo de este gran santo. Creemos que les pueden servir para ser hombres de Dios.


#1 Tener reciedumbre


Hay una pregunta muy interesante en el libro El valor divino de lo humano, de Jesús Urteaga Loidi, que dice así: “¿Se puede realizar algo realmente serio con hombres que tienen miedo al agua fría en una mañana de invierno?”


Parece algo insignificante, pero incluso en el cumplimiento de los pequeños deberes del día a día, en un buen apretón de manos al saludar, o en la fuerza de no darle el gusto a la comodidad y rendirse ante los sentidos y placeres desordenados, ahí se forja la reciedumbre.


San José no vaciló y respondió rápido y pronto al llamado de Dios. Coraje es lo que precisan los hombres de Dios. En un hombre con la naturaleza bien trabajada y entrenada, la Gracia va a actuar mejor.


¿No te alegras cuando las situaciones te tratan con dureza? ¡Ánimo! Esta es una oportunidad para fortalecer la virtud. Pero no de manera esporádica: si no se convierte en un hábito, no es virtud.


Mira a San José, y contempla su dolor heroicamente aceptado, como rezamos en la treintena en su honor: “en las inseguridades del retorno a Nazaret y la pobreza del destierro”.


#2 Entregarse en el día a día


Hoy es muy difícil pensar en la belleza de lo cotidiano. Especialmente para un hombre. Si antiguamente un hombre era más honorable por dar la vida en el campo de batalla, hoy su puesto en la guerra es en el día a día, junto a su familia, hijos o esposa, o frente a quienes le han sido confiados.


Sacrificarse en el día a día es más valioso que quedarse pensando en morir en la guerra que no nos ha tocado pelear. Sacrificarse, sí. En esta cotidianeidad, que parecería banal y mediocre, llena de cargas, contratiempos y frustraciones. En ese silencio diario, pero discreto, sin necesidad de gritarlo para ser compadecido.


Aquí es cuando el silencio de San José nos hace pensar en no querer ser el protagonista, pero sí en ejercitarlo para desarrollar una mayor confianza en Dios para un mejor discernimiento y saber estar en primera fila en esa batalla diaria.


#3 Ser protector


Un hombre que de verdad vale es aquel que sabe dar confianza y seguridad. Es decir, que sabe dar la vida, y que sabe guiar hacia Dios a quienes le han sido confiados.


Ya sea tu vocación al matrimonio o a la vida consagrada, es decir, padre de familia o sacerdote, como hombre estás llamado a proteger a esas personas que Dios ha puesto bajo tu cuidado. Con fortaleza, autoridad y liderazgo, debes estar siempre al servicio de los demás.


¡Imagínate hasta qué punto esto es así que tanto Jesús como la Virgen María fueron confiados a los cuidados de San José! Encomiéndate tú también a él, para que a su ejemplo puedas cumplir con tu deber como hombre, en el estado de vida que te toque.


* * *


Hay tantas virtudes y cualidades para hablar de este gran santo. ¡Y tantos santos que han sido devotos de él y que lo recomiendan como padre espiritual! Estos párrafos quedan cortos para dar a conocer su grandeza.


Para terminar con la historia que contaba al inicio sobre nuestras “coincidencias” con este santo, nosotros sí nos llegamos a consagrar a él. Fue en Cotignac, Francia, donde se registra una de sus apariciones. Desde entonces, es patrono de nuestra familia y de nuestro hogar. Y como buen cabeza de familia, no permite que nos falte lo más necesario. Aunque su silencio parezca no decir mucho, es ejemplo de verdadera virilidad, reciedumbre y fortaleza. Digno de imitar para ser un verdadero hombre.


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