Cuando se habla de revolución sexual, se suele hace referencia a un proceso iniciado en la década de los sesenta que produjo un profundo cambio en la moral sexual dominante de la sociedad. Nosotros vivimos hoy en un mundo hipersexualizado, y esto en gran medida es consecuencia de los cambios producidos en aquella época.
A fin de entender mejor el mundo el rumbo que la revolución sexual viene tomando en nuestros días, me gustaría presentar cuatro hitos o momentos importantes de dicha revolución. No se trata de pasos cronológicos, pues algunos de ellos pueden darse simultáneamente, sino de objetivos o conquistas importantes de esta revolución, los cuales vienen afectándonos hasta el día de hoy.
#1 Separación entre relaciones sexuales y reproducción
Un primer gran hito de la revolución sexual fue la separación entre las relaciones sexuales y la reproducción. Esto se logró de la mano de la invención y fabricación masiva de diversos tipos de anticonceptivos producidos en la segunda mitad del siglo XX. Con esto, se hizo de la fertilidad algo accesorio, algo que podía estar o no, algo que se podía encender o apagar a voluntad durante un encuentro sexual.
Paradójicamente, los anticonceptivos hoy se promueven con el rótulo de “salud sexual”, cuando en realidad lo que hacen es anular un elemento que hace a la salud del ser humano: su fertilidad. Un cuerpo fértil es un cuerpo saludable. La fertilidad, que es un signo de salud, se trata como una enfermedad o un enemigo que hay que anular.
#2 Separación entre relaciones sexuales y amor
El segundo hito de la revolución sexual fue la separación entre placer y amor. En este marco, la intimidad sexual dejó de verse como algo reservado al matrimonio, o al menos a personas unidas por un vínculo de amor, y pasó a entenderse como una actividad orientada a la maximización del placer.
Las relaciones sexuales dejaron de ser un momento de intimidad o de profunda comunión, para convertirse en un intercambio superficial; y hasta casi en un deporte de contacto. En este contexto, ya no tiene sentido hablar de relaciones íntimas —pues la intimidad supone una apertura al mundo interior del otro—, sino simplemente de tener sexo.
Se puso en el centro de la sexualidad la satisfacción del cuerpo, quitándole su potencial de aportar una gran plenitud a la persona en su totalidad —cuerpo y alma—. Esto último sólo puede hacerse poniendo en el centro de la sexualidad al amor.
#3 Reemplazo del “sexo” (como algo dado) por el “género” (como una elección)
Un tercer hito de la revolución sexual, en el cual se viene avanzando agresivamente en la actualidad, consiste en el reemplazo de la noción de “sexo”, como algo dado, por la idea de “género”, como algo que depende enteramente de la propia voluntad.
Cuando hablamos de sexo, nos encontramos únicamente frente a dos posibles opciones: varón o mujer. El ámbito del sexo es el ámbito de la primacía de la realidad sobre la idea. En lo que se refiere a la diferenciación sexual, lo que soy me viene dado: soy varón o mujer; y se trata de algo que no puedo cambiar.
El ámbito del género, en cambio, es el de la primacía de la idea sobre la realidad. En lo que se refiere a la diferenciación sexual, nada me viene dado: soy lo que quiero ser, y las opciones no se limitan a la combinación binaria de varón o mujer.
Lo paradójico es que el término “género”, en sus inicios, se usó con la excusa de visibilizar y defender a la mujer, acuñando expresiones como “violencia de género” o “igualdad de género”. Sin embargo, actualmente se vuelve contra la propia mujer, pues afirma que alguien nacido varón puede ser mujer con sólo desearlo.
Con esto, se niega que haya un esencia del ser mujer, y lo femenino termina diluyéndose y perdiendo valor. Si cualquiera puede ser o dejar de ser mujer con sólo quererlo, “ser mujer” se convierte en una expresión vacía, y nada hay intrínseco por lo cual ser mujer resulte valioso.
#4 Prescidencia de los padres para engendrar nueva vida
Un cuarto hito de la revolución sexual es que no se necesite más a los padres para engendrar una nueva vida. La anticoncepción introdujo un primer elemento de dominio respecto de la gestación de los hijos: uno podía elegir si tenerlos o no.
Con esto, se empezó a recorrer un camino en el que la vida del hijo dejó de verse como un don, y se empezó a ver como un producto. No se recibe al hijo como alguien a quien amar en cualquier circunstancia, sino como alguien —o algo— que llega sólo en las circunstancias en las que uno así lo quiere. En suma, se trata de un elemento que contribuye a la propia realización personal.
Esta mentalidad de objetivación respecto de los hijos derivó en prácticas como los vientres de alquiler, los diagnósticos prenatales en orden a descartar aquellos niños que vinieran “fallados”, o la inseminación artificial con la posibilidad de elegir a los espermatozoides de un catálogo de donantes.
Con esto, poco a poco se fue instalando la conciencia de que no eran necesarios ambos padres para gestar una nueva vida. De hecho, ser padre o madre podía llegar a ser una elección completamente personal: si quiero engendrar un hijo en soledad, pago por tenerlo.
El siguiente paso en esta progresión lo constituyen los intentos por engendrar y gestar nuevas vidas en vientres completamente artificiales. Con esto, se avanzaría todavía más en este proceso de objetivación del ser humano.
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Espero que este post nos haya ayudado a reflexionar acerca de la revolución sexual y ver cómo hoy ha dejado de ser una propuesta que se hace bajo la bandera de la búsqueda de una mayor libertad. En cambio, aspira a generar un profundo cambio en la concepción que se tiene del ser humano.
Por cualquier duda, puedes contactarme por Instagram: @ama.fue y @daniel.torrec
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