El matrimonio forma parte de nuestra sociedad desde tiempos remotos. Hay todo tipo de opiniones con respecto a si es o no una buena idea. Existen quienes sueñan con él y quienes lo quieren lo más lejos posible de su vida. Detrás de cualquiera de estas dos opiniones puede haber algunos mitos. Aquí les compartimos 4 de los que consideramos más populares.
1. Te quita libertad
Por supuesto que si encontramos algo que creemos que nos quita libertad, lo rechazaremos de inmediato. Esto es natural, pues la libertad es importantísima: es una de nuestras capacidades superiores como seres humanos y un derecho que todos tenemos. Así que aquí la pregunta es si el matrimonio realmente resta libertad.
Nosotros estamos convencidos de que esto es un mito total. Cuando dos personas se casan teniendo claro el verdadero y profundo sentido del matrimonio, tienen la certeza de que, a partir de ese momento, su “yo” se vuelve un “nosotros”; un “nosotros” que se mantendrá para toda la vida. Ante esta idea, ¡imagínense la tranquilidad! Poder ser ustedes mismos con total soltura, resolver conflictos, crecer juntos sabiendo que el otro estará a su lado y luchará por el matrimonio, pues esa unión se mantendrá estando juntos o separados. Esto enriquece su relación e impulsa los frutos que puedan salir de la misma. Por supuesto, manteniendo las líneas del respeto que son clave en cualquier relación humana.
2. Una vez que te casas, ya alcanzaste la meta
Hay muchos que crecen soñando con casarse, y mientras se encuentran solteros, se preguntan quién será su futuro cónyuge. Incluso podría llegar a invadirlos la angustia cuando pareciera no haber claridad en ese tema en un futuro cercano. Esto incrementa la ilusión cuando al fin llega el momento del compromiso. La meta del matrimonio se siente muy cerca y se inician los preparativos de la boda: el vestido, el lugar, los invitados, la música, la fiesta, la iglesia. En fin, este valiosísimo evento se vuelve el centro del día a día. Y muchas veces se puede llegar a sentir como si el día de la boda y el casarse fueran la meta final; como si a partir de ese día, todo se fuera a dar de manera natural en una vida de ensueño.
La realidad es que casarse no es la meta. El mantener un matrimonio pleno requiere el compromiso de ambos, y que ambos estén constantemente nutriendo y renovando su unión. El objetivo real es vivir el matrimonio en plenitud, creciendo en el amor, ayudando al otro a ser una mejor versión de sí mismo y haciendo todo lo que esté en tus manos por serlo tú también.
3. Es antinatural
Es curioso pensar que hay personas que ven el matrimonio como si no fuera parte de nuestra naturaleza. Que la monogamia no es posible, teniendo como base la poligamia. Pero, ¿cómo puede uno sentirse completo si la entrega de sí mismo es en partes? ¿Cómo se puede ver la poligamia como una opción cuando los resultados de ella conllevarían a partirse uno mismo y nunca poder entregarse por completo al amado?
Si te desvives por repartir tu persona y tu tiempo, dejas de vivir en plenitud tu llamado. Probablemente esto podría llevarte a frustración y a un sentimiento de vacío e insatisfacción. En cambio, una entrega total y amorosa a otra persona puede traer calma y satisfacción a tu vida diaria; una entrega que sea libre, total, fiel y abierta a la vida, como explica Juan Pablo II en la Teología del Cuerpo.
Por otra parte, debemos evaluar de dónde nace el querer estar con múltiples personas a lo largo de la vida. ¿Será alguna herida afectiva que nos aleja del compromiso?¿Será algún condicionamiento que nos lleva a creer que mientras más parejas se tiene, más hombre o mujer se es? ¿Será que el miedo nos gana al ver que muchos matrimonios actualmente han terminado en divorcios o en matrimonios infelices? Todas estas dudas nos llevan al mismo resultado. Un matrimonio es entre 2 personas y para entregarse por completo. La solución ante estas problemáticas no es no casarse, sino aprender a amar más y mejor; sanar de raíz y de modo integral nuestra afectividad, para así lograr tener el matrimonio pleno del cual son ejemplo muchas parejas alrededor del mundo.
4. Apaga la chispa
Para muchas personas, entrar a la etapa del matrimonio puede parecer el comienzo de un proceso de rutina y costumbre que termina por sofocar “la chispa” de su amor. Entendemos de dónde viene este miedo, pero queremos asegurarles que el matrimonio puede ser una gran aventura, llena de emociones, sorpresas e ilusiones.
Aquí un poco de nuestro testimonio personal. Entrar al matrimonio es entrar en comunión con el otro y con Dios. Es vivir al máximo todo lo antes vivido y experimentar por primera vez un sinfín de situaciones. La rutina es normal y parte del día a día —no pretendemos decir que esto no sea un reto—. Pero la chispa realmente muere cuando la sexualidad se reduce únicamente al acto sexual, cuando se dejan de lado los momentos de convivencia, comunicación y creatividad juntos. La sexualidad tiene 5 dimensiones: espiritual, física, intelectual, creativa/de comunicación y emocional; es importante nutrir cada una de ellas. Para poder hacerlo en plenitud, creemos indispensable enfatizar la importancia de involucrar a Dios en esta unión.
En nuestra relación, el anillo de compromiso tuvo un simbolismo particular gracias a su diseño: éste muestra a dos personas que se unen en el diamante, el cual representa a Dios. Si tienen presente esta premisa, conservando como meta encontrarse el uno con el otro en Dios, todo será nuevo. Cada etapa del matrimonio será una increíble aventura. Ser la pareja recién casada, mudarse juntos, la luna de miel, las primeras compras juntos, el primer hijo o hija, nieto, proyectos, en fin… cada etapa tiene su encanto. Mantener la chispa viva requiere que el fuego se saque de algún lado; y, para nosotros, este fuego sin duda es Dios.
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Vivimos en una sociedad en la que se ha sembrado la lucha entre los sexos, atacando las diferencias, que son las que precisamente nos hacen complementarios. Esto ha generado resentimiento y desconfianza, creando heridas que llevan a pensar que el sexo opuesto es, hasta cierto punto, el enemigo. No es sorpresa, pues, que los mitos antes mencionados estén tomando más fuerza.
Por otro lado, el consumismo y egoísmo generan la idea de que, al dar, uno pierde algo. Pero la realidad es completamente lo contrario. Si se entrega la vida al otro con total apertura a recibir la suya, se gana una libertad y comunión que combaten la soledad y vacío que invaden el siglo XXI. El amor sí existe y es posible vivir un matrimonio sano y pleno. La juventud de hoy está llena de fuerza, ímpetu y garra; tiene una profunda sed de vivir al máximo y en la verdad. Una verdad que podemos encontrar en la unión y la entrega.
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