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Castidad: trabajar la sexualidad



Mucha gente piensa que la castidad es olvidarse de la sexualidad. Esto es así porque se suele identificar la castidad con un “no hacer”: no tener relaciones sexuales. La castidad implicaría entonces asumir una actitud pasiva frente a la sexualidad. Quien quisiera practicar la castidad, debería acercarse al mundo de la sexualidad con una actitud de renuncia y negación. Pero entender así la castidad es un error.


La castidad no es un “no hacer”, sino todo lo contrario. Lejos de olvidarse de la sexualidad, la castidad implica trabajarla activamente. ¿De qué manera?


1. La castidad es un hábito que se adquiere actuando


Lo primero a tener en cuenta es que la castidad es un hábito. Y como todo hábito, se adquiere mediante la repetición libre de los actos que le son propios. Por ejemplo, ¿cómo se adquiere el hábito del estudio? Estudiando. Y mientras uno más estudia, más se fortalece dicho hábito. Pero si uno deja de estudiar, el hábito empieza a debilitarse. Lo mismo ocurre con la castidad.


El acto a partir del cual se adquiere el hábito de la castidad es ordenar las fuerzas del mundo de la sexualidad hacia el amor. Y aquí hay que hacer dos precisiones. En primer lugar, que la castidad sea un hábito implica renunciar a la idea de que ésta consiste en adoptar una actitud pasiva frente a la sexualidad. La castidad no es un “no hacer”. Y, como todo hábito, si no se ejercita, se debilita, y hasta se puede perder.


En segundo lugar, el acto a partir del cual se adquiere la castidad —ordenar las fuerzas del mundo de la sexualidad hacia el amor— no se realiza de una única manera. La castidad es un “sí” al amor. Y si bien es cierto que como consecuencia de esa afirmación se puede hacer ciertas renuncias, es mucho más lo que sí corresponde hacer.


2. Mientras más se la practica, más se la domina


La vivencia de la castidad se asemeja más al hecho de aprender a tocar algún instrumento o practicar algún deporte. La habilidad de un buen baterista no consiste en hacer siempre el mismo remate; como tampoco la habilidad de un buen futbolista consiste en hacer siempre las mismas jugadas. De igual modo, la castidad no consiste en hacer —o dejar de hacer— una única acción (Ej. relaciones sexuales).


El baterista debe ceñirse al ritmo que está tocando —rock, jazz, latin—. El futbolista debe buscar que su equipo haga gol. Y quien practica la castidad debe ordenar las fuerzas del mundo de la sexualidad hacia el amor. Este es el marco respecto del cual cada una de estas prácticas no puede salirse. Pero dentro de ese marco, hay un margen muy amplio de libertad. Y manejarse con soltura en dicho ámbito requiere práctica. Y mientras uno más practica, adquiere más facilidad y mayor es su habilidad. La práctica da dominio y libertad.


3. La práctica de la castidad varía según la propia situación


La manera de ordenar las fuerzas del mundo de la sexualidad hacia el amor varía según la situación de cada uno —soltería, enamoramiento/noviazgo, matrimonio—. Para quien no tenga pareja, la castidad implicará buscar que las relaciones con las personas del otro sexo estén dominadas por el amor. Amor entendido aquí como la decisión de buscar el bien para la otra persona, lo cual se opone al uso, que implicaría buscar el propio bien a costa de la otra persona. ¿Cómo miras a las personas del otro sexo? ¿Cómo bailas con ellas? ¿Cómo las abrazas o dejas que te abracen? ¿Cuál es tu intención al tener algún contacto físico con ellas? ¿Qué imágenes o videos miras o compartes en internet? Y así como estas, puede haber más preguntas.


El hecho de empezar a estar con alguien no anula lo anterior, que hay que seguir trabajando, pero agrega nuevas cosas en relación con la pareja. Es cierto que, por amor, uno está llamado a postergar las relaciones sexuales hasta el matrimonio. Sin embargo, hay toda una serie de expresiones de afecto que sí son válidas, y en las que hay que aprender a encontrar un equilibrio. Un beso o un abrazo como expresiones de afecto se pueden llegar a sentir bien, y eso es bueno. Sin embargo, es importante identificar qué gestos constituyen una auténtica expresión de amor, y cuáles hacen que ambos miembros de la pareja —o alguno— se inclinen hacia una actitud de uso.


El matrimonio no anula lo anterior, pero le agrega la aparición de expresiones de amor más intensas, como las relaciones sexuales. Pero incluso en este ámbito no es que “todo vale”. Por el contrario, el dominio que ambos fueron encontrando en el noviazgo sirve de base para encontrar un nuevo punto de equilibro centrado en el amor. Y ese equilibrio implicará también ciertas renuncias.

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