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Foto del escritorEze & Jime

Cinco claves para una relación a distancia



En el mundo globalizado e hiperconectado en el que nos toca vivir, vemos más a menudo personas que se conocen y deciden lanzarse en la aventura de una relación amorosa a la distancia; o bien ya viviendo un noviazgo, y frente a nuevos proyectos, trabajo o estudio, se ven en la difícil decisión de apartarse —solo físicamente— de aquél a quien aman. La pregunta inmediatamente se dispara: ¿es posible?, y si lo es, ¿cómo lo hacen? ¿Acaso se puede amar viviendo en distintas ciudades, e incluso países?


El amor no sabe de geografías, y por eso es que se puede amar a la distancia. Pero como toda relación que se precie de ser auténtica, necesita un trabajo perseverante para que aquella semilla del enamoramiento encuentre tierra fértil y tenga los cuidados suficientes que la hagan florecer y convertirse en un árbol que dé frutos. De lo contrario, corre riesgo de secarse y terminar como leña de árbol caído. Aquí van algunos consejos que una pareja real ha elaborado en su camino de conocimiento, enamoramiento, afianzamiento y compromiso.


1. Explora los confines de su mundo


Un noviazgo que recién empieza bien puede graficarse como el choque de dos planetas, el descubrimiento de dos mundos hasta ahora distantes, que se aproximan y quedan deslumbrados por lo que tienen delante. Esta etapa de “enamoramiento”, “mariposas en la panza” y más, suele encontrar al varón y la mujer dispuestos a dar lo mejor de sí —y también preocupados por dejar ver lo mejor de sí—. Dicho de otro modo, la “faz luminosa” de ese planeta se abre al descubrimiento del otro.


En una relación a distancia, él o ella se esmeran casi hasta el desvelo por hacer que todo encuentro sea perfecto cada vez que les toca ser “anfitriones” de su pareja. Así es que aparecen los paseos por el parque, las cenas en los mejores restaurantes o las salidas a los boliches o bares del momento, lo cual está muy bien, pero no lo es todo. Poco a poco, ambos van a sentir la necesidad de conocer al otro en profundidad, el “planeta” en ambos “hemisferios”, donde brilla el sol, pero también donde al mismo tiempo es de noche. Pese a disfrutar de estas actividades extraordinarias, hay que procurar conocer al otro en su forma más auténtica, con sus grandezas, pero también con sus miserias.


2. Aprende a amar, también en la rutina


Nadie ama lo que no conoce. Dijimos que un noviazgo es un choque de planetas y que estos están formados por dos hemisferios que debemos conocer, y dar a conocer al otro. Pero los planetas no son solo blanco y negro. También están conformados por lo que llamamos "cotidianidad". En una pareja también se comparte el día a día, y hay que aprender convivir —”vivir con”— en la rutina.


Pasado el “enamoramiento”, varón y mujer sienten la necesidad (casi ansiedad) de conocer al otro en su vida “real”; conocer cómo son con sus padres, con sus hermanos, con sus amigos; cómo se desenvuelven en sus trabajos o deberes, cómo reaccionan ante las dificultades que van apareciendo en la vida. Nunca hay de olvidar que todo eso ya estaba allí antes, y uno viene a “entrar” en ese mundo, con la voluntad de habitarlo —con lo bueno, y con lo que no lo es tanto.


3. Cultiva la confianza


Parece una verdad de perogrullo, ¿verdad? Ninguna relación puede prosperar si no es en base a la confianza. La distancia implica también sacrificios, como no poder estar junto a la persona que se ama a cada momento, o en las ocasiones en las que más necesitamos un abrazo interminable, un oído dispuesto a escuchar, o un hombro en el cual llorar.


Él o ella, cuando más se los necesita, pueden estar en sus deberes, con la familia o con amigos. Y en ese momento puede aflorar la “tentación” de otra persona que se interpone en el camino, o incluso otra espina agria: los celos. Amar a la distancia es aprender a confiar en que el otro, pese a no tenerme allí presente, me respeta, me quiere y no hará nada que pueda herirme. Implica saber que el otro no me retaceará sus tiempos libres para mantener una conversación telefónica o un chat que puede extenderse ¡por horas! Y que yo me comportaré de igual modo.


4. Que la pasión no arrebate el amor


Si no es tu caso el de una relación a la distancia, imagínate cómo te sentirías a bordo de un bus o de un avión, camino a ver a tu pareja, luego de 60 días sin verse más que por videoconferencia ni hablarse más que por teléfono. Si alguna vez allí se encendió la “chispa” del amor, ahora la “llama” que tanto tiempo ha estado contenida, ¡corre el riesgo de encender el bosque!


Las demostraciones de amor son otro gran desafío de una relación a distancia. Como todo “fuego”, si se está muy lejos, no se siente el calor, pero si se está demasiado cerca, quema. El resultado es en ambos casos insatisfactorio. Por eso, más allá del “frío” experimentado en la distancia, hay que “aprender a acercarse” para no lastimar ni ser lastimado. Si ambos compartimos la convicción de crear un amor sano y duradero, sabremos poner los reparos suficientes para no llegar a situaciones que nos excedan y nos lastimen. Para eso es necesario hablar de antemano, en “frío”, antes de que ambas “antorchas” estén cerca. La medida justa del cariño y el afecto demostrado hará que esa pareja madure a su tiempo adecuado.


5. La distancia no es para siempre


Todo noviazgo crece con el tiempo y va superando etapas, madura y aparece el compromiso de uno con el otro. Llega un punto en el que el enamoramiento pasa, y ya sin “mariposas en la panza”, elijo amar al otro cada día. Cuando una relación de este tipo madura, llega el momento de eliminar el factor “distancia”, una decisión que no debe ser tomada a la ligera. Es una elección de a dos, y debe ser fundada en el amor. El amor que, como sabemos, busca siempre el bien del otro.


Uno de los dos elegirá mudarse (o quizás ambos) dejando trabajo, familia y amigos. Pero lo hará por amor, porque sabe que es lo mejor para el otro y para la pareja. Y cuando llegue a esta nueva ciudad, a esta nueva casa, habrá nuevos desafíos que deberán afrontar como pareja, juntos. A no confundirse: esta etapa hay que vivirla como el “último test” de un noviazgo, poniendo a prueba la relación, forzándola a las mayores pruebas para asegurar un amor auténtico, pero no por ello hacer de cuenta que ya están casados. Es importante no olvidar quiénes somos y hacia dónde vamos.

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