¿Hay un tiempo límite de espera? ¿Qué pasa si no estoy suficientemente preparado para afrontar el compromiso del matrimonio? ¿Estoy listo? ¿Quiero hacerlo? ¿Me siento presionado? ¿El amor de ambos será suficiente para asumir tal responsabilidad de una familia? Estas preguntas —y muchas más— son pan de cada día para una pareja que ya lleva un tiempo de enamoramiento, y a la que su entorno intenta convencer para que “formalicen”.
Lo curioso de todo esto es que esas preguntas calzan en nuestra vida tan perfectamente que ahora somos nosotros quienes hemos empezado a cuestionarnos con ellas. Se han vuelto parte de nosotros, y la paciencia prima, esperando una respuesta sólida de nuestro subconsciente y de nuestro corazón —¡y de nuestra billetera!, ja, ja— que nos invite a dar el siguiente paso. Ese paso de la individualidad a la unidad, ese que nos hará ser dos personas en una sola carne. Para esto, debemos tener en cuenta muchos puntos que nos ayuden a entender cuándo es el momento indicado. A raíz de lo experimentado en nuestra vida como pareja joven, y sabiendo cuándo será nuestro momento, estos son algunos puntos que a nosotros nos han servido para decirle que sí al siguiente nivel.
Amor y responsabilidad
Para empezar, no creemos que exista una fórmula más que esta: “amor + responsabilidad”. Si hay amor, pero no está la responsabilidad de asumir el compromiso, es en vano. Si hay responsabilidad, pero no hay amor, quizás el siguiente paso termine por fracasar.
No se apresuren
Sabemos que las preguntas del tipo “y…, ¿para cuándo se casan?” abundan. Y, aunque efectivamente ya nuestro corazón y oídos se acostumbraron a esa pregunta, a veces nos termina “apurando” a tener una respuesta “correcta” para otros.
Los tiempos de Dios son perfectos
Podrás haber planeado absolutamente todo para una fecha en particular. Podrás incluso haberlo soñado; pero en el camino pueden presentarse diversas situaciones que impliquen cambios en ese plan. ¡No te entristezcas por ello! Dios siempre tiene el plan más perfecto.
El amor lo puede todo
Creemos firmemente en el amor para siempre, en ese que, sólo a través de la unión de dos cuerpos que son uno, logra que estos se hagan mejores y que experimenten su plenitud. Si hay amor, lo demás viene por añadidura.
Por amor me hago responsable
Creemos que el tema del matrimonio es una responsabilidad que no sólo conlleva unión, sino también procreación. Por tanto, no planeamos casarnos para no tener hijos. Queremos casarnos con la enorme decisión de abrirnos a la vida desde el primer día. Por ello, es importante hacernos responsables en el sacrificio y en el crecimiento, no sólo espiritual, sino también profesional: queremos darle a nuestra familia un lugar seguro.
Reconocer nuestra realidad con paciencia
Amaríamos que todo fuera como lo planeamos desde que iniciamos, amaríamos tener la suficiente solvencia económica e independencia para decir “¡Hoy es!”, y que no importe nada más. Pero ese es un mundo paralelo… Nuestra realidad nos invita a esperar con paciencia, a soñar, a luchar, a ser empáticos el uno con el otro.
Cada relación es única
Duele muchísimo compararse con otros y ver que han avanzado más que uno; y sabemos que no debemos hacerlo, pero no deja de doler. Duele cuando nos dicen que otros se casaron a los 22 y con casa propia, y nosotros estamos aún viviendo en casa de nuestros padres a los 25.
Sin embargo, sabemos que cada relación que se vive es totalmente única, distinta y especial. Fallaríamos al compararnos, pues tan solo hacer una mínima comparación con otra relación —ya sea de padres, amigos o conocidos— nos hace mucho más daño. Daño del que somos conscientes, porque ya lo hemos experimentado, ¡y duele! Nos ha costado, pero hay que hacerlo: es preciso entender que todos somos realidades diferentes y complejas, con necesidades peculiares, en momentos diferentes, y con edades y contextos incomparables.
El cargo profesional de tus sueños también puedes lograrlo durante tu matrimonio
Porque, claro, muchos tenemos premisas como “Mejor primero consigo mis sueños o anhelos de manera profesional, y ya después me caso”, o bien, “Esperaré a ser el jefe”. Y así, esperamos a realizarnos en todo de manera independiente, aplazando nuestras metas de pareja. Es importante darles un lugar digno de vida a tus hijos, pero también dártelo a ti y a tu esposa. Un lugar digno no sólo por el tema monetario, sino que sea digno también en cuanto a su compromiso: amarse para toda la vida.
El sueño es nuestro, pero la gracia es de Dios
Si de soñar se trata, seguiremos haciéndolo. ¿Por qué? Porque, desde el primer día, lo anhelamos. Anhelamos ser uno. Pero absolutamente todo se lo atribuimos a Dios. Es por Él que estamos aquí, y somos conscientes de que sin Él no podríamos lograr nada. Todo lo dejamos en sus manos, sabiendo que las nuestras ya trabajaron.
* * *
Y recuérdalo: la formula la escribes tú, de la mano de Dios. El matrimonio no son matemáticas, es la combinación de todas las materias de la vida. Y sólo como pareja, y con compromiso y responsabilidad, podrán aprobarlas. No por felicidad de otros sino buscando la plenitud en la unión de sus vidas.
Entonces, ¿cómo saber cuándo casarme? Mira al otro a los ojos y mírate a ti mismo. ¿Estás listo? Solo tú lo sabes.
Atentamente,
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