El amor de pareja suele ser fuente de sensaciones muy intensas. Cuando uno está enamorado, puede llegar a sentir cosas muy fuertes por esa persona. Puede experimentar el anhelo de estar siempre con ella, al punto de “girar en su órbita” incluso cuando está ausente. La presencia de la otra persona a uno lo hace sentirse bien, y se puede llegar a experimentar el deseo de estar siempre juntos. Se trata de un sentimiento hermoso. Y si esto que se siente es mutuo, ¿por qué no expresarlo a través de una relación sexual?
¿Qué comunico?
Una relación sexual es siempre una forma de comunicación. Se puede llegar a decir mucho, aunque sin palabras. Una relación sexual con una pareja ocasional en la que prima la búsqueda del placer, en el fondo dice: “no me importas”. Uno comunica la afirmación de su propio yo, y el desprecio por el infinito valor del otro en cuanto persona: “Me interesa tu cuerpo, no tú; y si me aburro, te cambio.” Uno puede intentar construir una relación a partir de la atracción física y la búsqueda mutua del placer, y seguramente será una relación cuyos encuentros generen sensaciones muy fuertes. Sin embargo, primará la búsqueda del propio bien a costa de un empobrecimiento del valor del otro, que será tenido en cuenta sólo por su cuerpo y por las sensaciones que pueda generar. Y en la medida que este acercamiento utilitario sea mutuo, la consecuencia será también la pérdida del propio valor: “Estando contigo, no soy más que un cuerpo”.
La cosa parecería ser diferente cuando uno siente cosas fuertes por la otra persona y ese sentimiento es mutuo. La relación sexual ya no sería vacía, sino que se buscaría expresar ese sentimiento intenso y hermoso que los une a ambos. Ese sentimiento que los une es real, y estar enamorado es tal vez una de las cosas más bellas que puede experimentar el ser humano. Sin embargo, por más que el sentimiento sea mutuo, hay que tener en cuenta que el sentimiento mantiene siempre el foco de atención en uno mismo: “Me haces sentir cosas fuertes”, “me siento bien estando contigo”, “nunca antes me había sentido así”. Lo que uno siente no lo puede sentir el otro: cada uno siente sus propios sentimientos, y por más que se espere que el otro sienta lo mismo, no se lo puede constatar. El punto es que, en este contexto, una relación sexual que busca principalmente ser expresión de lo que uno siente también corre el riesgo de ser egoísta. El centro está puesto en uno mismo y en reafirmar eso que se siente, y esto puede llevar a que la relación sexual no siempre se dé en un contexto en el que se tenga en cuenta lo mejor para el otro.
Busco siempre tu bien
Las relaciones de pareja se nutren y empiezan a tomar fuerza a partir de los sentimientos, pero no pueden vivir sólo de ellos. Las relaciones maduran y se hacen fuertes cuando el centro de atención se empieza a desplazar de uno mismo hacia la otra persona. Lo principal en la relación ya no es tanto “buscar sentirme bien”, sino “buscar tu bien”, y es ahí donde el enamoramiento se transforma en amor. Muchas veces la intensidad de los sentimientos ayuda a que surja el amor. Sentir cosas fuertes hacia la otra persona puede hacer que uno se vea más impulsado a querer lo mejor para ella, por eso el amor se nutre de los sentimientos, pero no es un sentimiento. El amor es, por encima de todo, una decisión: la decisión de buscar lo mejor para la otra persona.
Entender así el amor le da un horizonte distinto a una relación sexual. La razón principal de la relación sexual deja de ser la de afirmar lo que uno siente, y pasa a ser la de expresar que la otra persona es lo más importante, y que se busca en todo su bien. Es aquí donde las expresiones “sexo seguro” o “sexo responsable” pierden consistencia. Uno no balancea a la persona que ama sobre un precipicio si sabe que hay un riesgo de que pueda caer. Si lo hace, no está buscando el bien de esa persona, sino —tal vez— probar su propia habilidad o su propia fuerza. De modo similar, se ve una contradicción en una relación que busque ser expresión de amor y que, al mismo tiempo, busque “protegerse” o “cuidarse” de sus consecuencias. Uno no se protege de algo bueno. Si se ve la necesidad de protegerse es porque, en el fondo, dicho acto implica un riesgo. Y si se pone en riesgo a la persona que se ama, uno puede preguntarse si realmente dicho acto es expresión de amor.
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