Como madre soltera, estoy acostumbrada a escuchar y recibir comentarios del estilo de “la maternidad te arruinará la vida”, bajo la falsa creencia de que un hijo es una especie de impedimento que nos vulnera, arruina nuestros sueños y nos convierte en mujeres sumisas. Nada más alejado de la realidad.
En este breve artículo, me gustaría compartir algunas reflexiones que demuestran que la maternidad, lejos de ser un obstáculo, nos empodera e invita a crecer.
Nos ayuda a mejorar como personas
En la actualidad, el término “empoderamiento” es utilizado para referirse a una mujer fuerte e independiente que todo lo puede. Y justamente, cuando las mujeres son madres, están dispuestas a darlo todo, y a esforzarse el doble para ello.
Si bien no existe la persona perfecta y todos hemos cometido errores alguna vez —equivocarse es parte de la vida humana—, el amor hacia nuestros hijos nos da la fortaleza para intentar mejorar día a día, superar obstáculos, soportar situaciones desagradables, afrontar miedos y alejarnos de malos hábitos… Lo hacemos sólo para proteger y defender a nuestros niños, pero ello también resulta sumamente beneficioso para nosotras. Tal es así que estudios demuestran que una mujer embarazada posee la fortaleza de alejarse por completo del cigarrillo, alcohol u otros vicios en un índice mayor a cualquier otra persona, con lo cual generan un estilo de vida más saludable.
Sin lugar a dudas, la maternidad nos invita a descubrirnos a nosotras mismas y a demostrarnos que, por amor a nuestros hijos, podemos lograr todo lo que nos propongamos.
No implica dejarnos atrás
Si bien la maternidad implica un giro a 180°, que nos conduce a reformular muchos proyectos y aspectos de nuestras vidas, eso no significa que el disfrute, los sueños, las amistades y el romance sean incompatibles en esta nueva etapa y, en consecuencia, se conviertan en “cosas” del pasado, que en el presente están prohibidas. La maternidad no nos prohíbe disfrutar, ni frustra nuestros sueños, y es hora de comenzar a desmentir esas concepciones.
Muchas veces me han dicho “¿Qué haces en Twitter? Ve con tu hijo”, o muchos se indignan cuando una mamá sale a compartir un momento grato con sus amigas, o elige comenzar a estudiar una carrera nueva… Como si la maternidad nos impidiera hacer otras cosas además de preparar el almuerzo, limpiar la casa y ayudar a los niños con las tareas de la escuela. La vida de una madre no se reduce a ello, sino que lo trasciende.
Debemos dejar en claro una cosa: un hijo es un compañero de vida, con el cual compartimos nuestra felicidad, nuestros planes, metas y demás, y los hijos son los primeros que quieren que seamos felices y estemos bien; son los primeros en el mundo en alegrarse por nuestras alegrías y en apoyarnos para alcanzar nuestras metas. La maternidad no es una prisión en la que estamos obligadas a quedarnos encerradas en nuestras casas las 24 horas del día.
Por lo tanto, las mujeres podemos ser excelentes madres y, al mismo tiempo, excelentes amigas y parejas, estudiantes destacadas y trabajadoras ejemplares. Porque una cosa no quita a la otra. Todo lo contrario: siempre suma y complementa.
Para nuestros hijos somos heroínas
En las historias de ficción, los héroes tienen poderes especiales. Sin embargo, en la vida real las madres no se quedan atrás, y en su accionar diario demuestran capacidades sorprendentes, valentía, y un amor que no puede compararse con ningún otro en el mundo. Así es que, para los niños, sus mamás no sólo son las personas que los alimentan y que les cuentan un cuento antes de dormir, sino quienes comparten sus aventuras y colorean sus mundos de fantasías con ilusiones. Ilusiones que aún todos recordamos entre sonrisas, porque nos marcan una huella que nos acompaña toda la vida.
Los hijos confían puramente en sus mamás, y las creen capaces de lograr cualquier cosa: desde encontrar un juguete perdido hasta vencer al monstruo que se oculta adentro del armario. Tal es así que, en momentos de miedo, tristeza, timidez, o incluso al rasparse la rodilla, siempre un beso y un abrazo de mamá les bastan para saber que todo estará bien, y así retomar sus juegos.
Para ellos, podemos todo. Y por ellos, todo lo logramos.
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En conclusión, sólo una madre puede comprender cuán realizadas nos sentimos las mujeres al tener a nuestros hijos, porque sólo nosotras tenemos la capacidad de sentir florecer pétalo a pétalo el amor más grande y puro que podremos conocer, ese que jamás va a abandonarnos. En cada logro que alcancemos, en cada alegría que celebremos y en cada nuevo aprendizaje —así como en cada tristeza, equivocación o temor—, nuestros niños estarán allí: confiando en nosotras, y tomándonos la mano, para hacernos saber que todo vale la pena. Y ese es el verdadero empoderamiento.
Para conocer más acerca de mí, podés buscarme en Instagram: @belulombardiii
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