Todos tenemos defectos. Tu pareja (novio, novia, marido, mujer) también. Tú los ves y los sufres. Y, cuando hay problemas en la relación, siempre salen a relucir los defectos del otro. Se te hacen insoportables. Y discutes porque se los dices, y parece que el otro no quiere mejorar. No quiere cambiar. O sí lo intenta, pero no lo consigue. Hablemos un poco acerca de esto.
Nos fijamos en los defectos
Cuando hay problemas en una relación, casi siempre describimos la situación poniendo el foco en los defectos. En los del otro, claro. Se nos hacen difíciles de soportar en el día a día. Y, ¿sabes una cosa? Te entiendo perfectamente. Porque a veces los defectos del otro —con el cansancio, con el paso de los años, con el día a día…— parecen hacerse más grandes. Más insoportables. Entonces, ¿qué hay que hacer?
Dos listas
Si quieres, puedes hacer dos listas: la primera con los defectos del otro. Esos que tanto te molestan y te sacan de quicio. Esos que parece que hacen la vida difícil de llevar. Y luego, haz también otra lista: la de las cosas positivas. Todos tenemos defectos y virtudes, a partes iguales casi siempre. Así que procura que la lista tenga tantos defectos como virtudes, que probablemente tengan cierta relación las unas con las otras: quien sea muy cuadriculado probablemente tendrá también la virtud del orden o de la puntualidad —un defecto, una virtud—. Quien es muy caótico, probablemente sea también muy creativo y extrovertido.
Así que haz dos listas con el mismo número de puntos: una con defectos y la otra, con las virtudes. De esta manera, si te salieron diez defectos, entonces encuentra diez virtudes. Si no las encuentras, tacha un defecto, porque tienen que ser el mismo número: tantos defectos, tantas virtudes. Es como un juego. Y, si no los encuentras, considera si estás pensando objetivamente, o no…
Fíjate en lo positivo…
El segundo paso es una continuación del primero: fíjate en lo positivo. De las dos listas, rompe la de los defectos. ¿Por qué? Porque ya te lo sabes más que de sobra, y recordarlos y repasarlos no te servirá de mucho.
Por el contrario, guarda la lista de los puntos positivos. Léela varias veces. Recuerda ejemplos concretos que apoyan esas virtudes. Apúntalos también.
...y da las gracias
Y ahora, díselos al otro. Piensa: las cosas que se dicen se potencian. Si reprochas los defectos, si pones todo el foco en ellos, los refuerzas en el otro. En cambio, si le dices las cosas positivas, las multiplicas, y así le animas, sin darte cuenta, a que vuelvan a repetirse.
Por eso, díselas muchas veces. Dile las cosas que hace bien, con ejemplos concretos. Y agradécelos: “Oye, quería darte las gracias porque siempre me ayudas a ser más ordenada con mis cosas” o “porque siempre estás de buen humor”, o “porque me das un beso cuando llegas a casa…”, o “Eres muy cariñosa conmigo cuando lo necesito”.
Ahora, reconoce lo negativo que hay en ti...
Casi todos tenemos una tendencia a fijarnos más en los defectos del otro que los propios. ¡Y todos tenemos los nuestros! Si tú eres una de esas personas que tiende a ver siempre en el otro los problemas de una relación, te animo a hacer una lista con tus defectos.
Igual que la otra: intenta que no sea genérica, sino que se concrete en detalles que lo demuestren. Pueden ser defectos genéricos que se concretan en situaciones cotidianas, o bien, pequeños detalles que sabemos que no hacen bien a la relación. Concrétalos y analízalos.
...y pide perdón
Y entonces, aprovecha esta lista de cosas que no haces bien para intentar pedir perdón. Con naturalidad, pero con verdad. Seguro que encuentras cosas que no haces bien y que tendrías que mejorar. Pues aprovecha esta ocasión para pedir perdón y empezar a poner medios para cambiar en esas pequeñas cosas.
¡Ah!, y, si eres de esas personas que tiende a culparse y ver solo tus propios defectos en una relación, en vez de poner tus puntos negativos, pon solo los positivos también. Fíjate en ellos y no te fustigues. Mira tus puntos positivos, pero tiende también a ver los puntos positivos del otro. Si te basas en los aspectos positivos de los dos, se puede construir una relación. Las columnas negativas nunca son estables. tienden a hundir a los dos y no son consistentes.
* * *
Un último consejo: vuelve a empezar. ¿Por qué fijarme en lo que puedo hacer yo, y no en lo que puede hacer el otro? Porque es muchísmo más motivador luchar por cambiar aquellas cosas que son nuestras y que realmente podemos cambiar —nuestros defectos— que poner nuestra esperanza y nuestro esfuerzo en cambiar los defectos del otro.
¿Y sabes por qué? Porque resulta muy frustrante poner todo nuestro esfuerzo y toda nuestra esperanza en conseguir algo en lo que no podemos influir. No compensa, porque te frustras si no consigues los resultados. Así que, si quieres cambiar esa situación compleja que estás pasando en tu relación, empieza a cambiar tú. Solo tú puedes cambiar tus defectos. Solo tú puedes pedirle perdón al otro por ellos, y volver a empezar a enamorarte. No pierdas esa oportunidad de empezar hoy.
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