“La mayoría de las historias de amor hablan de dos personas que se enamoran entre sí, pero… ¿y el resto de nosotros? ¿Y nuestras historias? ¿Y los que nos enamoramos solos?
Y he amado con desesperación a ese hombre por más de tres miserables años, que han sido los peores años de mi vida, las peores navidades, los peores cumpleaños, fines de año entre lágrimas y Valium; estos años en que he estado enamorada han sido los más oscuros de mi vida y todo por haber caído en la maldición de enamorarme de un hombre que ni me ama, ni me amará.”
Iris Simpkins, Película “El Descanso”
¿Qué tanto te identificás con la expresión de la protagonista de esta película en cuanto a tu vida amorosa? ¿En qué nivel se encuentra tu desamorómetro?
¿Acaso no soy suficiente?
Siempre respondemos lo mismo: “Sí, está bien, lo entiendo, es lo mejor para los dos, voy a estar bien.” Pero, por dentro, miles de preguntas atentan contra nuestra autoestima: ¿No soy suficiente? ¿Podré mejorar? ¿Será que soy muy demostrativo? ¿Demasiado intenso? ¿Lo habré asfixiado? ¿Por qué siempre arruino todo? ¿Será que no soy su tipo? ¿Y si cambio? ¡Puedo adaptarme! ¿Qué puedo hacer para que me ame?
Ufff... esa sensación de haber pasado por la inspección de calidad y salir con el etiquetado frontal de: “rechazado”, “no apto”; “no aceptado”, “no califica”. Y la infaltable pregunta que te termina de desarmar por completo: “¿Qué hay de malo en mí?” Te lo escribo en mayúsculas para que lo entiendas bien: ¡NADA! ¡NO HAY NADA MALO EN VOS!
No es tu culpa
Que la otra persona no te elija no es tu responsabilidad. Lo que sí es competencia tuya es el “¿por qué yo no me elijo?” Si llegaste al límite de permitirte vivir todo lo que vivió el personaje de ficción Iris Simpkins, es porque vos no te estás eligiendo.
Esto ocurre cada vez que permitís que alguien dañe tu autoestima, que te responda cuando quiera, te vea cuando se le dé la gana, te deje esperando, te tenga en la incertidumbre total, te descalifique y te coloque en una lista de espera. Cuando permitís todo eso, vos no te estás eligiendo.
Aceptar que el sentimiento no es mutuo
Se trata de simplemente aceptar que el sentimiento no era mutuo. Esto requiere atravesar un duelo. No importa a qué nivel llegó la relación. Así haya sido una ruptura de una casi-relación de 5 años o un casi algo de 5 meses; vos armaste en tu mente y en tu alma un futuro juntos, con la hipótesis de una historia de amor por recorrer. Y todo eso murió.
Permitite experimentar ese vacío que es necesario para que Dios lo llene. Vale romperse, vale llorar, vale el dolor. Lo único que no vale es quedarse ahí. No se trata de tapar lo que nos pasa, de evadirlo, sino de trabajar hasta extirpar el dolor y la sensación de descalificación.
Cuidá tu autoestima
Vas a tener que sanar algo que no rompiste, pero sí permitiste que se rompiera: tu autoestima. Entendé que tu valor no está determinado por la aceptación de nadie. La famosa frase de consuelo: “Ya vendrá algo mejor” no debes referirla a otra persona. Debes referirla a vos mismo, un “vos mejorado”: con un corazón sano, una mente fuerte y un espíritu valiente; pero además con la libertad de haber entendido que tu valor está en el diseño que Dios creó en vos.
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Las historias de desamor también tienen su magia, porque quiere decir que hay un corazón que no se dio por vencido, que ama y suspira, que sueña y desea, que mira y siente. Por eso, ¡cuidalo! Guardá tu corazón. No te pongas en coma farmacológico, no lo mantengas en cuidados intensivos esperando que alguien le dé un soplo de vida. Elegilo, elegite, y liberalo de exigencias innecesarias. Tené fe que un día escribirás una gran historia de amor
con un precedente que te ha enseñado a amar con intensidad. Merecés un buen amor, alguien que te diga: llegaste a mi vida para darme vida. Y no, no perdiste al amor de tu vida, solo perdiste al amor de un momento de tu vida, que te enseñó a amarte mejor. Recordá (te lo vuelvo a gritar): ¡No hay nada malo en vos!
Para más consejos, podés contactarme en mi cuenta de Instagram: @pepyecheverria.
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