Cuando estamos solteros deseamos muchas cosas por las que queremos rezar. A veces vivimos pidiéndole a Dios un esposo o una esposa, casi desesperadamente, pensando que esa será la solución a nuestra crisis de soltería y que, cuando llegue, caerá maravillosamente del cielo a arreglar nuestros problemas, soledades y tristezas. Frecuentemente nos olvidamos que una pareja es la respuesta a una llamada concreta: el matrimonio; que finalmente es la vocación a la cual hemos sido llamados. Para no hacerlo demasiado complicado: tu vocación no es llegar al altar y solucionar tu vida, tu vocación es al matrimonio para santificar a tu cónyuge, santificarte tú y formar una familia cristiana. Cuando entendemos que nuestro fin no se reduce a encontrar o no una pareja, sino a responder a un llamado que nos trasciende y define nuestra eternidad, la perspectiva cambia.
Entonces, si estoy soltero, ¿debo o no debo rezar por mi futuro esposo?
#1 Primero reza por tu vocación:
Es esencial que, antes que nada, hagas un buen discernimiento vocacional. Comprender que estás llamado a la santidad y que casarte es el camino que Jesús ha elegido para que seas santo te da una perspectiva distinta del propósito del matrimonio. Si ya lo hiciste y sabes que Dios te está llamando a casarte y formar una familia, confía en que Él no juega con las almas y si te quiere para eso, te dará lo que te prometió. Pon en sus manos tu vocación y pídele que te dé las gracias necesarias para elegir bien, saber esperar y para reconocer sus caminos y planes.
#2 Prepárate para tu vocación:
No empiezas a vivir tu vocación cuando te casas, sino desde la soltería. El amor se construye y si tu trabajas en tu propio corazón y en tu relación personal con Jesús, estarás mejor preparado para cuando te toque comenzar a compartir tu vida con una persona. Pon en oración tu tiempo presente de espera, pidiendo a Jesús que te ayude a darle propósito y a entender qué quiere de ti hoy, ahora. Tu soltería no es un tiempo de sentarse a esperar, es un tiempo de crecer en amor, de aprender a entregarte en tu casa, con tus amigos, en tu apostolado, en tu vida interior.
#3 Reza para entender la voluntad de Dios:
Muchas veces ocurre que nuestros planes no son los suyos. Él tiene ideas locas que muchas veces traspasan nuestra capacidad de planificación y de anticiparnos humanamente. Debemos tener una vida interior sólida que nos permita estar atentos a sus disposiciones: debemos afinar el oído del alma para percibir sus deseos. Eso lo hacemos mediante la oración diaria, los Sacramentos y la vida de apóstol.
#4 Sí, reza por tu futuro esposo:
Yo no sabía cómo rezar por él, entonces comencé a decir en oración: que sea una persona conforme al Corazón de Cristo. Y se lo encargas así: como Él quiera, cuando Él quiera, que te guarde a ti y lo guarde a él, para encontrarse o conocerse cuando sea el momento y saber construir, paso a paso, la relación que Jesús quiera. Porque una buena amistad dará paso a un buen noviazgo, y este a un buen matrimonio, siempre conforme al Corazón de Cristo.
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Pídele a Dios una persona según Su Corazón y pídele la sabiduría para poder elegir bien y seguir sus planes, no los tuyos. Recuerda que el altar no es el premio, el matrimonio santo se construye todos los días y ese es tu llamado más grande: santificar a tu esposo para que llegue al cielo. Tu vocación al matrimonio te trasciende a ti y a él: es definitiva para tu salvación. Reza por tu esposo bajo esa perspectiva, no como si fuese un premio que tienes que ganar para eliminar frustraciones. Ponte los lentes de eternidad, Jesús nunca decepciona.
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