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Sexualmente libres



La expresión “liberación sexual” remite a los años 60, con las masificación en el mercado de la pastilla anticonceptiva. Ya se han realizado distintos análisis respecto de las causas y el camino recorrido desde aquella revolución: no nos centraremos en eso. Sin embargo, vale la pena plantearnos, ¿qué significa ser “sexualmente libre”? ¿Qué se asume cuando se acepta la idea de que el anticonceptivo “libera”? 

Afirmar la liberación que producen los anticonceptivos implica que somos esclavizados, de alguna u otra manera, por nuestra condición de fertilidad. Debemos admitir, sin embargo, que hay algo de cierto. Dado que hay un vínculo biológico inevitable entre la relación sexual y la reproducción, ¿cómo armonizar la intención de buscar o no un embarazo? ¿Es necesario que de cada relación sexual se siga un embarazo necesariamente?

Bueno, en la nueva era de anticonceptivos masificados, no, no es necesario. Al menos, así pareciera, puesto que el anticonceptivo es presentado como la “supresión de la fertilidad” —en el caso de los anticonceptivos hormonales, de larga duración o quirugicos—; o como “inmunidad frente a la fertilidad” —en el caso de los anticonceptivos de barrera—. Al respecto, recordemos que todos los anticonceptivos tienen una tasa de efectividad. Eso quiere decir que no se puede eliminar absolutamente la posibilidad de un embarazo, incluso con su uso adecuado. 

El embarazo sucede como producto de la unión del espermatozoide sano y maduro y el ovulo sano y maduro. La fertilidad no solamente es algo natural en el ser humano, sino que es signo de salud. Para que un embarazo se logre, hace falta que tanto el varón como la mujer sean sanos. 

La fertilidad es salud. La salud es necesaria para nuestro cuerpo. ¿Cómo puede entonces afirmarse que sea una carga? ¿Realmente se puede decir que nos esclaviza? ¿No hay una contradicción? Si es bueno y sano para mi cuerpo, o para el cuerpo de quien amo, ¿como puedo vivir la fertilidad con miedo o aceptarla como una amenaza? 

El punto está en que lo que nos esclaviza es desconocer cómo funciona la fertilidad. La reproducción se puede volver una carga, un peso y una preocupación sobretodo, cuando no sabemos cómo funciona. El anticonceptivo no nos libera en este sentido, sino que, por el contrario, alimenta el desconocimiento, el miedo y el sentimiento de amenaza. La sexualidad basada en el uso de anticonceptivos esclaviza aún más, exige de suyo una cierta negación de uno mismo o del otro —dependiendo del tipo de anticonceptivo que se use—, entorpece la entrega de los amados, y perpetúa la ignorancia. 

Una auténtica sexualidad libre exige:

1. Reconocer la fertilidad

El reconocimiento de la fertilidad humana se puede hacer, por ejemplo, con el Modelo Creighton, ya sea como registro de la salud del ciclo de la mujer o como aprendizaje de reconocimiento de los tiempos de fertilidad e infertilidad naturales.

Reconocer la fertilidad es darle a la mujer la posibilidad de afirmarse en su propio cuerpo como algo bueno, sano y natural. Es darle una herramienta para su conocimiento integral. Si bien para el varón no es su propio cuerpo, es también un camino de descubrimiento, de conocimiento y respeto del cuerpo de la mujer.

2. Asumir la fertilidad

Reconocer la fertilidad puede mantenerse sólo en un plano intelectual: “conozco, entiendo e interpreto los tiempos de fertilidad e infertilidad”; pero no es solo eso a lo que estamos llamados. La fertilidad está inscrita en estos ciclos, pero tanto métodos naturales —como también los anticonceptivos— tienen una tasa de efectividad. No podemos controlar absolutamente todo, y si bien la efectividad es alta y confiable, debemos tener presente la pregunta, ¿qué sucedería frente un embarazo?

Asumir la fertilidad es asumir que no tenemos el control absoluto, y que estamos frente a una variable que lleva consigo la grandeza de algo mayor que nosotros mismos: la capacidad de engendrar nueva vida. No se trata de “algo” que podemos engendrar, sino de un “alguien” completamente único e irrepetible.

3. Vivir la entrega

Una sexualidad libre implica una responsabilidad frente a uno mismo y frente al otro. Implica asumir nuestra capacidad de ser fecundos, como también la capacidad del otro; no como algo que causa miedo, sino como la posibildiad de afirmarse uno mismo en todo su valor, y entregarse.

Será libre la sexualidad que logre asumir al otro en toda su bondad —con la fertilidad incluida— y recibirlo sin reparos. Esto no quiere decir negligencia a la hora de establecer cuándo es conveniente o no buscar un embarazo, sino la grandeza y el desafio de lograr incorporar este aspecto a los otros: salud, proyectos, tiempos, alegrias y miedos de uno y de otro. Asumir y entregar lo propio y lo ajeno. La sexualidad será libre porque asume responsablemente a uno mismo y a quien uno ama: totalidad a la hora de asumir y a la hora de la entrega.

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